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G O B IE R N O Y VIDA D E LA PR O V IN C IA 2 5 9 tolado. Primero entre los infieles, como ya hemos anotado, y luego en los pulpitos de la Corte, cobrando créditos de tan excelente predicador, que el 10 de noviembre de 1692 le concedía Carlos II el título de Predicador de S. M. (2). Procuró por otra parte favorecer con gran celo el apostolado por medio de las misiones populares, dando al efec­ to un decreto en el que mandaba se pusiese en ejecución el apun­ tamiento general que ordena se lea moral, y que se dirigía principal­ mente a aquellos Padres que no eran predicadores, con el fin de que se preparasen para el apostolado. Asimismo determinó se tuviese muy en cuenta la asistencia de los misioneros; mandó al P. José de San Clemente dejase el oficio de Lector para dedicarse a la predicación; ai P. Francisco de Esquivias, que fuese a Valladolid a juntarse con otros dos misioneros y los tres predicasen misiones en Castilla la Vieja; otro tanto hizo con el P. Francisco de La Mota en marzo de 1693, ordenándole a su vez se incorporase a los misioneros del convento de Valladolid (3). Con eso no hacía sino incrementar y dirigir el fervor y entusiasmo que sus antecesores habían tratado de estimular entre los leligiosos en pro de las misiones populares. A su vez también en ese mismo año 1692 se ventiló ante el Con­ sejo de Indias una cuestión de grandísima importancia para la organi­ zación y dirección de las misiones entre infieles. En 1662 se trató de crear un Comisario general de todas las Misiones Capuchinas españolas; para ello se nombró al P. Provincial de Castilla y, al no aceptar, se designó al de Andalucía. Pero en 1Ó80 el P. Francisco de Tauste, célebre mi­ sionero en Cumaná, poco contento y menos satisfecho con que el P. Provincial de Andalucía siguiese en ese cargo, presentó ante el Consejo de Indias una instancia, pidiendo de nuevo fuese designado en su lugar el Provincial de Castilla. No se aceptó desde luego tal propuesta, pero la misión del Darién, lejos de quedar sujeta al Co­ misario general, lo fué al propio Provincial de Castilla. Ahora, en 1692, otro misionero no menos célebre, el P. Ildefonso de Zaragoza, tam­ bién, como el P. Tauste, de la Provincia de Aragón, llegaba a España y a Castilla «para pretender que el Consejo de Indias nombrase un Comisario permanente para las Misiones, independiente del Provin­ cial de Andalucía, que lo es; pero la de Castilla [a quien sin duda debió ofrecérsele], lo embarazó, previniendo algunos inconvenientes que tema esta materia» (4). (2) VA, P. 35 (3) Ibíd., pp. 34, 35 y 36. (4) VA, p. 34.— Cfr. también Representación que ofrece... el Provincial de M e­ nores Capuchinos de la Santa Provincia de Andalucía y Comisario General de las Misiones... Fr. C a rlo s de Hardai.es Madrid (1757), ff. 7 y 9.

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