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252 LA PR O V IN C IA D E F F . M M . C A P U C H IN O S D E C A STILLA tes para que se proveyese a los misioneros de lo necesario, permitién­ doles tener hospicio o casa a donde pudiesen ir los enfermos a repo­ nerse o curarse (12). Lo mismo ordenaba a la Casa de Contratación, al Obispo, al Presidente y Oidores de Panamá, a fin de que se les prove­ yese de libros, rituales, misales, cartillas, etc. (13). Los misioneros pudieron embarcarse en Cádiz en enero de 1681 y, tras un viaje algo tormentoso, llegaron a Panamá, donde sufrieron las consecuencias de la aclimatación. Aun se detuvieron algún tiempo para hacer misión en las diócesis de Panamá y Cartagena, y luego pasaron al Darién, donde fueron bien recibidos de los indios. Atraídos ios naturales por los regalillos que los misioneros les daban, se fueron juntando en poblado, logrando fundar dos en poco tiempo: uno que dedicaron a la Inmaculada Concepción y que constaba de quinientas al­ mas, sito a orillas del río Tarena y justamente donde los primeros mi­ sioneros del Darién habían fundado la población de S. Buenaventura, y el otro en la ribera del río Paya, que dedicaron a San José y que llegó a tener trescientos habitantes. 2. Todo corrió bien mientras los misioneros tuvieron cbsillas que darles; «pero en faltando los abalorios, cascabeles, navajas y otras cosas de este género, luego se fueron transmontando, a vivir en su acostum­ brada libertad, vagueando de unas en otras partes» (14). Por desgracia surgieron además las mismas dificultades para su conversión que la primera vez. Volvieron los indios a levantarse contra los españoles, dando muerte a muchos. A ello eran incitados y ayuda­ dos por los enemigos de España, principalmente por piratas ingleses, holandeses y franceses, que sabían sacar muy buen partido de seme­ jantes revueltas. Y los misioneros, amenazados por unos y otros, y co­ rriendo grave riesgo sus vidas, recibieron orden del Gobernador de re­ tirarse a Panamá, como lo hicieron (15). Esperaron allí vanamente algún tiempo, y ante la imposibilidad de proseguir su apostolado y sin saber qué determinación tomar, de­ cidieron informar al rey, al Consejo de Indias y a los Superiores. Para ello vinieron a España los PP. Agustín de Granada y Esteban de Pas­ trana. Desconocemos el contenido del informe hecho al Consejo, el cual debió sin duda determinar que la misión se prosiguiese. Prueba de ello es que los dos mencionados Padres y asimismo otro nuevo, el (12) Cédula Real de 27 de octubre de 1680 (Ms. 3.818, f. 105). (13) Cfr. las distintas Cédulas Reales (4 de noviembre de 1680), ibid., ff. 106-110. (14) A nguiano , Vida, etc., p. 300.— F roilán de R ionegro , O. F. M . Cap., Re­ laciones de las Misiones de los PP. Capuchinos en las antiguas Provincias españolas, hoy República de Venezuela. T . II, Sevilla, 1918, p. 90, donde, como ya indicamos anteriormente, se copia al pie de la letra la parte del Ms. 18.178, del P. A nguiano , que trata de las misiones de América, y que citaremos A nguiano -R ionegro . (15) A nguiano , Vida, etc., p. 303, y A nguiano -R ionegro , p. 91.

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