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sas para que en ellas viviesen hasta que se fabricase el convento; les atendería mientras tanto con sus limosnas y, si ayudaba luego a la ma­ yor parte de la fábrica, quedaría por patrona del convento. Por su parte la Orden se comprometía a escoger sitio conveniente para el convento y, una vez levantado, que hubiese en él, aparte de otros religiosos, al menos cuatro confesores y predicadores a satisfacción de la villa, los cuales quedaban obligados a predicar todos los años tres días en cada semana de Cuaresma (5). Los religiosos, una vez tomada la posesión, pasaron a vivir a una casa particular donde estuvieron seis meses, mientras se arreglaba con­ venientemente el hospital, que luego pasó a ser hospicio o residencia donde estuvieron nada menos que seis años, hasta que, cansados de no poder llevar reglamentariamente su vida regular, se determinaron a hacer convento o dejar la fundación. Pero a fe que durante esos seis años fueron muchas y muy grandes las contradicciones que hu­ bieron de pasar. Vinieron las primeras de los Padres Trinitarios Des­ calzos, quienes alegaron tener más derecho por haber firmado con an­ terioridad un contrato de fundación con la villa; mas ese reparo se venció, sometiendo el asunto a votación de los vecinos, votando todos a favor de los Capuchinos, a excepción de cuatro (6). Ni faltó tampoco la oposición de los Observantes de Huete por motivo de las limosnas, pero tampoco surtió efecto (7). Por fin se decidieron los Superiores de la Provincia a levantar el convento por cuenta de la Provincia, en vista de que pasaban los años sin que se diesen para ello ni limosnas ni donativos de importancia. Y obtenida la licencia del Consejo de Ordenes el 9 de octubre de Í692 (8), el 23 de noviembre de ese mismo año se escogió sitio a propósito en unas casas sitas en la plazuela de San Pedro (9). El 10 de mayo del año siguiente se colocó la Cruz en los terrenos elegidos, y el 11 el Sr. Obispo de Cuenca, D. Alonso Antonio de San Martín, revestido de pontifical y acompañado de sus capellanes, bendijo el sitio y colocó la primera piedra de la iglesia (xo), que se dedicó desde en­ tonces al Eterno Padre, asistiendo a esa ceremonia el P. Antonio de Fuentelapeña, fomentador entusiasta de dicha devoción (11). Todo marchaba bien cuando en julio se recibió la noticia de ha­ berse opuesto a la fundación no sólo los Trinitarios sino también los UN C O N V EN TO Y T R ES IN T E N T O S D E FU N D A C IÓ N 2 4 5 (5) Cfr. escritura de fundación ya citada. (6) Informe ya citado, declaración del primer testigo. ( 7 ) M o n z ó n , ms. c., f. 55 r. (8) Así se dice en la licencia definitiva del rey y del Consejo (14 de noviem­ bre de 1693) (APC, 24/00010). (9) VA, p. 35. (10) Ibid., p. 37. (11) Informe ya citado.

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