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LA PR O V IN C IA D E I-F . M M . C A P U C H IN O S D E C A STILLA po; pero dicho Padre, después de pasar a Cabo Verde y cuando llegaba a Cacheo en los últimos días de julio de 1683,..entregaba su a'ma a Dios (29). Por lo que hace a los Franciscanos, bien pronto se convencieron de que no estaban hechos para tanta privación y sufrimiento como en la misión se padecían, y que ellos no esperaban en manera alguna. Hasta tomaron la determinación de volverse a Lisboa, sin contar para nada con el Prefecto, después que, por medio de los oficiales y minis tros, enviaron a Portugal un informe en contra de los Capuchinos. Al enterarse el Prefecto de que se habían embarcado, les siguió en otro navio y logró darles alcance; les reprochó su proceder y los denunció ante el Obispo. Luego se dirigió a Lisboa en compañía de otro misio nero muy enfermo, el P. Angel de Madrid, quien, al poco tiempo de su arribo a Lisboa, falleció en el Hospicio que los Capuchinos fran ceses tenían en la capital de Portugal, ocurriendo su muerte en 1684 y con tanto crédito, que fué enterrado en la iglesia (30). A su llegada a Lisboa se encontró el P. Trujillo con las acusaciones hechas en contra de los misioneros castellanos. Pero no se arredró por ello: presentó un tercer memorial al Regente; en él exponía lo suce dido y afirmaba que las acusaciones no tenían otro fundamento que la codicia de los que las habían escrito. Asimismo protestaba que no estaba dispuesto a seguir así: si no querían por misioneros a Ca puchinos castellanos, se buscarían italianos. Pide, por fin, que se exa mine su actuación: si en los misioneros se halla culpa, que se les cas tigue; de otra manera, se les dé condigna satisfacción, y que de todos modos se resuelva definitivamente si la misión ha de continuar o no (31). Logró a fin de cuentas un decreto del Rey Pedro II (28 de febrero de 1685) a su favor, en el que se hacía constar que se hubo en la misión «con tan ardiente celo e incomparable piedad e hizo tan gran fruto en aquellas cristiandades, que S. M. se dió por bien servido de él» (32). 4. Sin embargo de esa solemne aprobación, prácticamente la mi sión dejó de existir desde entonces. El P. Trujillo, enfermo e imposi bilitado para volver, se retira a Castilla. Los otros misioneros que allá (29) Ibíd., f. 2451 '.—Vida y virtudes del Capuchino español, o. c., p. 260. (30) El P. Angel de Madrid era castellano y había tomado el hábito en Sala manca el 22 de mayo de 1654; se ordenó de sacerdote en 1661. Desde entonces vivió dedicado por entero al apostolado de la predicación, sobre todo de misiones populares, recorriendo las Provincias de Vizcaya, Valladolid, Zamora, Salamanca y Avila, consiguiendo en todas partes frutos extrordinarios. Se distinguió por sus cua lidades oratorias, pero también por su fervoroso celo en pro de la conversión de las almas (Cfr. A nguiano , M s . 18.178, ff. 262-264, y Vida* etc., o. c., p. 278). (31) D icho memorial se copia también íntegro en el ms. c., ff. 256-258r. (32) Cfr. dicho decreto ibíd., f. 258, y en Vida, etc., p. 276.
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