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nuevas m isio n e s entre in fieles 227 de lo que era la Misión de Guinea y Sierra Leona, diciendo había allí muchos comerciantes ingleses, holandeses y franceses, todos ellos he rejes, a los que los Capuchinos habían predicado, logrando muy buenas conversiones, consiguiendo asimismo saliesen fuera de aquellas tierras les mahometanos o mandingas que se dedicaban a propagar su secta. Pero añade que, si los Capuchinos han de seguir en su apostolado, era de absoluta necesidad, «para el mejor efecto de la conversión de los infie les de dichas misiones y subsistencia de los ministros evangélicos, que las hubieren de cultivar», el que se funde en Cacheo un hospicio o resi dencia que sea como refugio y morada fija de donde los misioneros par tirían luego para visitar ios pueblos y aldeas circunvecinas. Propone que se debe mandar a los ministros y oficiales proteger a los misioneros, y que, si se quiere enviar misioneros portugueses, los que, según él, «no tienen ejercicio de misiones, ni la práctica, ni aun inclinación y mucho menos vocación de Dios», es de parecer que parte de los mi sioneros sean portugueses y parte españoles, dividiéndose e-1 campo de apostolado pero bajo el mismo Prefecto (25). Vistos esos memoriales en el Consejo de Estado de Portugal, se acordó fuesen a esta misión religiosos Franciscanos de los Algarbes, juntamente con los Capuchinos, quedando como Prefecto el P. Trujillo. Y mientras se preparaban aquéllos, el P. Trujillo hizo un viaje a Ma drid, donde recogió limosnas para la misión, compró ornamentos y se llevó consigo al P. José de Illescas como compañero, volviéndose a Lisboa, donde encontró a los Franciscanos ya dispuestos para embar carse. Mas antes obtuvo un decreto por el que el Regente de Portugal tomaba bajo su protección dicha misión, prometiendo al mismo tiempo ayudarla (23 de marzo de 1683) (26). Y , no contento con eso, por otro nuevo decreto, dado al siguiente día, dispensa a los misioneros del pago de la aduana de cuanto llevaban, que eran: «cien docenas de cuchillos, cien barras de hierro, cien mazos de hilo de cáñamo y dieci séis botijas de aceite» (27). Debieron partir de Lisboa los ocho Franciscanos con el P. Trujillo y el P. Illescas hacia fines de marzo, y a últimos de abril llegaban a Cabo Verde (28). A! pasar por Canarias recogieron al P. Lucas de Egea, que había estado allí cinco años dando misiones y ayudando al Sr. Obis- ( 25 ) Cfr. dicho memorial segundo en el P. A n g u ia n o , M s . c., ff. 25 or.- 252 v. ( 26 ) Sabemos que, además del P. José de Illescas, ya habían ido otros varios, cuyos nombres desconocemos. Así nos lo dice el P. Trujillo en el primero de sus memoriales (Cfr. Angujano, ms. c., f. 247 V.). Quizás haya ido también entonces el P. Angel de Fuentelapeña. El P. Anguiano (ms. c., f. 253 ) copia asimismo el decreto del Regente de Por tugal ( 27 ) Ibíd., f. 255 . ( 28 ) El 23 de abril ya era registrada en los Libros de Santiago de Cabo Verde la mencionada provisión del Regente portugués (.Ibíd., f. 255 V.).
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