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NUEVAS MISIONES ENTRE INFIELES su alimento por sólo ser católicos, y decir que por nosotros padecían los infortunios de los tiempos» (10), llegaron a las Indias y lograron reunirse en Caracas. Allí los PP. José de Nájera y Agustín de Villa­ báñez con Fr. Cipriano de Madrid se agregaron a las misiones de Cu- maná, como luego diremos, y los PP. Carlos de Los Hinojosos y Ata­ nasio de Salamanca se volvieron a España, a fines de 1661 o principios de 1662, a dar cuenta a los Superiores, formando una relación de lo sucedido, que más tarde fué remitida a la Congregación (10a). Así terminó aquella misión de Arda, que costó la vida a siete de los misioneros y de la que sólo tenemos un buen recuerdo y por otra parte valiosísimo documento lingüístico en el Catecismo de la Doctrina cristiana, que entonces se imprimió en lengua castellana y arda y que es gloria preclara de los Capuchinos castellanos. 2 . Misión de Guinea y Sierra Leona.— Con la muerte del P. Se­ rafín de León en 1657 se había extinguido prácticamente la misión de Guinea y Sierra Leona. Es verdad que en ese mismo año marchaban a aquel campo de apostolado otros dos Padresi de la Provincia de An­ dalucía, y en 1665 se embarcaba otra expedición compuesta de varios leligiosos. Mas en poco tiempo fueron muriendo algunos, víctimas del clima insano y de las enfermedades; otros volvieron a España, quedan­ do solamente el P. Pablo Jerónimo de Fregenal, que, a decir verdad, emuló el celo apostólico y las hazañas del P. Serafín de León por es­ pacio de tres años. Mas, sintiéndose ya viejo, regresa también a España er. 1669. Expone en Madrid al Nuncio y luego a la Congregación la situación de la misión; pero, no obstante sus muchos esfuerzos, no pudieron poi el momento ser enviados nuevos misioneros por razón de haber estallado la guerra con Holanda ( 11 ). Sin embargo, la permanencia del mencionado P. Fregenal en Ma­ drid excitó el celo de los Capuchinos castellanos para marchar animo­ sos a renovar aquella empresa, como así lo hicieron años después. Y fué precisamente una mujer, insigne amante y bienhechora de la Orden, doña María de Guadalupe, Duquesa de Aveiro y Maqueda, la que se ofreció a pagar el viaje a los religiosos y asimismo mantenerlos en la misión a sus expensas. Con esos antecedentes, el Nuncio de España ( 10 ) Ibíd. ( 10 a) Cfr. Anguiano, o. c., p. 239 , y Ms. 18178 , ff. 212 - 213 . De todo lo sucedido en la misión de Arda hay una relación bastante extensa, aunque no da otros datos de interés, y que lleva el siguiente título: «Propuesta a Felipe IV por un negro enviado por el rey de Arda, suplicándole le enviase M i­ nistros de la Iglesia para que a él y a todos los de su reino les mstruyensen en los misterios de la Santa Fe Católica» (B. N.— Ms. 6170 , ff. 120 - 125 , y Ms. 18717 ( 30 ). ( 11 ) Cfr. Anguiano, Vida del Capuchino español> o. c., pp. 261 - 67 .— - D- Ms. 18 . 178 , ff. 244 ss.— C esin ale, o. c., p. 508 - 510 .— N icola u s a C oreob a , Brevis nc- titia, o. c., pp. 81 ss.— V alen cina, Reseña histórica, o. c., V, p. 61 ss.

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