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222 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Esto sucedía a los tres meses de haber llegado, cuando ya habían comenzado sus trabajos apostólicos, entre otras cosas, con la catequi- ?ación de los niños. Nada se había hecho con las personas mayores porque el Rey quiso ser el primero en convertirse y bautizarse; pero, después de muchas dilaciones, cuando se le habló de que, para hacerse cristiano, tenía que forzosamente dejar su harem, dijo a los misioneros que lo pensaría mejor, y por de pronto les prohibió hablar de religión a los niños y jóvenes que frecuentaban las escuelas que allí habían esta­ blecido los misioneros. Por fin, cansados de tan larga espera, que se prolongó por un año, el Vice-Prefecto propuso al Rey les dijera si quería convertirse y bautizarse. El Rey lo consultó con sus ministros y respondió que él nunca había pensado cambiar de religión: que, si los había llamado a su reino, era únicamente para que conjurasen los nublados tan frecuentes en aquel país: que, si querían emplearse en eso, bien; de otro modo, podían marcharse. Todavía hicieron un ultimo esfuerzo. Cierto día en que los naturales celebraban una procesión con un ídolo, dos de los misioneros les sa­ lieron al paso, y mientras uno, levantando su Crucifijo, íes increpaba con fuertes palabras que dejasen la idolatría, el otro se apoderó del ídolo y lo hizo pedazos. Ni que decir tiene que, aparte de los malos tratos que recibieron ambos, estuvieron muy expuestos a perder allí mismo sus vidas. Desesperanzados y después de «haber estado más de un año gra­ vemente enfermos y moribundos» (9 a), decidieron embarcarse para América, en busca de tierras más acogedoras. Así lo hicieron en dos navios holandeses, yendo en uno los PP. Luis Antonio de Salamanca, Carlos de Los Kinojosos y Fr. Cipriano de Madrid, y en el otro los PP. José de Nájera, Agustín de Villabáñez y Atanasio de Salamanca. El P. Luis Antonio, que ya se embarcó muy enfermo, falleció du­ rante la travesía; los otros, «después de once meses de calamitosa em­ barcación, que pudiera ser de solos tres, por la contrariedad de los tiempos, faltos de todo lo necesario y sólo socorridos el más tiempo con un poco de cebada cocida sin sal, y entre herejes, ya condenados a ser quedamos y la mies tan dilatada y copiosa cuanto no es posible encarecer, y los naturales piadosos y el rey hallarse empeñado con el rey nuestro señor y con la demostración de haber enviado segundo embajador por parecerle tardaba el pri­ mero, si bien no llegó a España por falta de embarcación y se volvió desde Ibs Canarias, humilde y rendido a los pies de W . limas, con los religiosos que me acompañan, les suplico por amor de nuestro Señor, que estén con la atención que de su muy paternal amor esperamos y que tengan este reino muy en su me­ moria pues el socorrerle es muy fácil por la continuación de navios que vienen de Holanda a estas costas.» Otro de los misioneros, el P. José de Nájera, dice en cambio que en pocos días habían muerto seis de los doce que fueron ( Espejo místico en que el hombre interior se mira prácticamente ilustrado..., Madrid, 1672 , al lector, f. <?v.) ( 9 a) José de Nájera, O. F. M . Cap., Espejo místico, o. c., f. 9 v.

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