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NUEVAS MISIONES ENTRE INFIELES 221 tras, muy competente y prudente, al cual en carta particular da tam­ bién Felipe IV muy interesantes instrucciones (7). Dispuesto todo, se embarcaron en Cádiz los doce religiosos, jun­ tamente con el embajador de Arda y su acompañante, y el 25 de no­ viembre de 1659 salían de aquel puerto; en siete días llegaron a Ca­ narias, y a los cincuenta, el 14 de enero de 1660, desembarcaban en la bahía de Arda (8). Aunque el Rey los recibió muy bien y se mostró muy agradecido a cuanto se había hecho en agasajar a su embajador, sin embargo fué dando largas a su conversión e incluso mandó a los leligiosos que, en vez de vivir en la corte, fuesen a establecerse en la playa, «a donde a pocos días enfermaron todos de peligro y murieron cuatro sacerdotes y predicadores; otro parte a la vuelta de España con el mismo navio, por lo agravado que se halla de enfermedad después que llegó; y otro, de los cinco sacerdotes que quedamos y dos religio­ sos legos, queda gravemente enfermo» (9). ( 7 ) Felipe IV escribió con este motivo tres cartas que llevan la misma fecha (28 de junio de 1659 ) : una a D . J. Mascareñas, otra al rey de Arda y otra al P. Luis Antonio de Salamanca (Cfr. Ms. c. 3818 , ff. 72 - 75 ). En la escrita al P. Sa­ lamanca le decía entre otras cosas: «Si con el favor de D ios se convirtieran al­ gunos mozos depoca edad, procuraréis inclinarlos a que pasen a España, asegu­ rándoles que hande vivir en su entera libertad para volverse siempre que quisie­ ren a su tierra, y esto os lo encargo mucho por tener entendido que esto es el medio más conveniente para la propagación de nuestra santa fe católica en aquellas tierras, porque, repartidos aquí en algunos conventos de religiosos, sean enseña­ dos a leer y escribir y en lengua latina y en lo demás que les fuere necesario para que los que se inclinaren, vuelvan sacerdotes a su tierra y puedan instruir a sus naturales en las cosas de nuestra santa fe católica. Y a todos los que se re- solvieren en venir a estas partes, podéis asegurar de mi parte el buen tratamiento y cuidado que se pondría en instruirlos, como lo hicieron los señores reyes de Portugal, mis predecesores, con los vasallos de la tierra de Benín, del Congo y de otros reinos cuya [disposición?] ha de correr por mi Consejo Supremo de Portu­ gal a quien toca esta materia por ser Arda de la demarcación de las conquistas de aquel reino.» ( 8 ) Según el P. Anguiano, o. c., p. 239 y Ms. 18178 , f. 211 - 212 , Fr. Andrés de Ocaña, que ib?, ya muy enfermo de gota, tuvo que quedarse en tierra y falleció poco después. ( 9 ) Así se decía en una extensa relación que el Prefecto, P. Luis Antonio de Salamanca, envió a la Sda. Congregación (26 de mayo de 16 Ó 0 ) (Archivo de Propa­ ganda, Scritture, Africa, Algeria, Arda, t. 255 , f. 77 . Acta 1662 , f. 12 ). En ella ¡ano­ taba también: «El navio parte, quedando el rey catequizándose y ofreciendo mu­ chas veces de cumplir la palabra de ser cristiano en virtud de la cual nos hemos resuelto a quedar, aunque sin haber dado paso, por decir que ndjnguno en su reino es razón lo sea antes que él; sus vicios, ritos y mujeres son tantos, que no admiro les haga el demonio toda contradicción, pues hay fidalgo que tiene más de 400 mujeres; con que el gentío es innumerable, pues las plazas y calles y caminos de este reino es un hormiguero continuado de gente. A este reino que por la parte de la travesía hay muchos muy cercanos, aunque todos muy extendidos por la lon­ gitud, con que, si D ios nuestro Señor fuere servido que éste reciba, como espeía­ mos, la doctrina, pedemos creer desearán se-les comunique, porque con el cebo de la enseñanza de los niños, están muy gozosos. Por lo cual y ser tan pocos los que

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