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172 LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS PE CASTILLA compañeros pudieron emprender su viaje a América y proseguir la misión de Cumaná, una de las más célebres que allí tuvieron los Ca­ puchinos españoles. Además: el propio P. Alejandro había sido designado ya en 1654 Comisario general de la Provincia de Cataluña, y el día 1 de octubre de 1655 Felipe IV, por medio de su embajador en Roma, insistía ante la Santa Sede para que continuara en dicho cargo (41). Y referente sin duda a eso el citado embajador, Duque de Terranova, escribía al Rey el 24 de junio de 1655: «La elección de nuevo General de Ca­ puchinos va saliendo como se podía desear, espero se mantendrá así. Hame dado para el P. Fr. Alejandro de Valencia el incluso despacho, como V. M. le deseaba, para las cosas de Cataluña» (42). Sin em­ bargo quizás no haya desempeñado dicho cargo de Comisario, al menos los años 1656 y 1657, pues estuvo de Vicario Provincial en Castilla y, al cesar en el Capítulo de 13 de abril de 1657, fué ele­ gido Definidor primero y al propio tiempo Custodio de Castilla la Nueva (43). Pero antes de entregar el gobierno a su sucesor, realizó en bien de la Provincia un hecho que solamente él y confiando en que tenía bien guardadas las espaldas, gracias a su influencia en la Corte, pudo llevar a cabo. Me refiero al cambio de sitio del convento de Alcalá de Henares, que estaba extramuros, a otra parte más cómoda y den­ tro de la ciudad, en la noche del 2 de marzo de 1657. Para ello no se contó ni con el permiso del Ordinario ni tampoco de la autoridad civil, aunque más tarde, y tras los hechos consumados, todo se logró, como más latamente diremos. Un mes después de ese acontecimiento le sucedía en el gobierno de la Provincia el P. Francisco de Yecla, del que nos ocuparemos en otro capítulo. 7. Por lo demás, haciendo un corto resumen de las actividades de los religiosos de Castilla durante estos doce años que acabamos de historiar, no será fuera de propósito añadir a lo que llevamos dicho, que su apostolado se extendió a los infieles, pero sin descuidar en ma­ nera alguna la predicación moral y doctrinal entre los fieles, lo mismo en sermones panegíricos que, sobre todo, morales en tiempo de advien­ to y cuaresma. Así desplegaron su celo apostólico y lucieron sus dotes oratorias, alternando con los mejores predicadores de este tiempo en ¡os pulpitos de las catedrales de Toledo, Salamanca, Segovia y ante ( 41 ) Pobladura, Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, o. c., p. 65 , y Archivo de la Embajada de España, Leg. 139 , f. 198 . ( 42 ) Carta del Duque de Terranova (Roma, 24 de junio de 1656 ). (Simancas.— Estado. Leg. 3 . 029 .) ( 43 ) Erario divino, o. c., pp. 49 - 50 .

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