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ORGANIZACIÓN 113 de Escoto, las que tal vez enseñó luego el P. Granada a sus discípulos. Sabemos por otra parte que su preparación fué esmerada; entró en la. Orden a los veinte años, cuando ya había cursado estudios en la Universidad de Valencia (24). Los cargos que más tarde le encomen­ daron los Superiores, de Guardián, Definidor, Custodio general y, por fin, Comisario General, al constituirse Andalucía independiente de Castilla en 1625, son buena recomendación de su valer (25). Otro de los que entonces ejerció el cargo de Lector y que comenzó también muy joven, fué el P. Leandro de Murcia, seguidor de las doc­ trinas de Santo Tomás. Sabemos asimismo que hizo sus estudios en la Universidad de Salamanca, en ocasión en que su padre desempeñaba allí el puesto de Teniente de Corregidor (26). De él nos hemos de ocupar después más largamente. 3. Como complemento de cuanto en este capítulo hemos dicho sobre la organización de la Provincia en puntos tan importantes, da­ remos a continuación un resumen de la vida extremadamente rígida y auténticamente capuchina llevada en aquellos primeros años en Cas­ tilla, tiempos verdaderamente heroicos. Vida no sólo muy en confor­ midad de las Constituciones generales de la Orden, sino de bastante mayor rigor. Así nos lo dicen los primeros cronistas y nadie mejor que ellos, testigos presenciales de todo, nos podrían informar: «En el coro se cantaban las divinas alabanzas con tanta devoción y pausa tan grandes, que los maitines llegaban a tres horas; los ayunos, muy ri­ gurosos, con tan poco sustento, que parecía milagro el peder vivir; las disciplinas, cotidianas; los edificios, con la misma humildad y po­ breza; los religiosos todos descalzos, que fué lo que más pasmó a la corte, verlos pór las calles con los más rigurosos fríos de Madrid pisar con los pies desnudos las nieves, los hielos y las escarchas; el ejem­ plo que daban con la modestia religiosa los pocos que salían por las cosas necesarias, eran con tanta edificación de los que los miraban, que no se daban lugar a besarlos el hábito y los más se ponían de ro­ dillas para hacerlo» (27). Y es que «la obligación de dar principio a una Provincia estimu­ laba mucho a los Prelados y súbditos a particulares fervores, y así, de ( 24 ) Valencina, Reseña histórica, t. II, Sevilla, 1906 , p. 262 . ( 25 ) B. de C arrocera , Necrologio, o. c., p. 218 , 29 de agosto. { 26 ) Cfr. Información de la genealogía, naturaleza y limpieza del Padre Fray Leandro de Murcia, Religioso Capuchino, Predicador de S. M., que pretende~ ser Calificador del Supremo Consejo de la Santa General Inquisición (A. H. N.—Inqui­ sición.—Leg. 1517 , n.° 1 ). Adelantamos «por de pronto que el P. Leandro no era natural de Murcia, como se ílama comúnmente y como se firma, sino de La Puebla de Sanabria (Zamora), según consta por la partida de bautismo copiada en el citado documento. ( 27 ) A u c a n te , ms. c., p. 531 , n.° 90 .

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