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AUTORIZACIÓN PARA NUEVAS FUNDACIONES 97 mentó, los que con vida y doctrina se suponen más aptos a ella» (12). Ofreció esta fundación en Cubas el Marqués de Pobar, D. Enrique de Guzmán, que era señor de la villa. No era a la verdad muy acep­ table, porque Cubas, aunque en tiempos pasados había llegado a tener hasta cien vecinos, había venido muy a menos en población y en ri­ queza (13). No obstante, en atención a las instancias del Marqués que por otra parte se comprometió a dar lo necesario para el culto y sus­ tento de los religiosos, y, más que todo, teniendo en cuenta que distaba cinco teguas de Madrid y siete de Toledo y era consiguientemente buen paso entre ambos conventos, se recibió. El mismo Marqués se encargó de sacar las oportunas licencias del Consejo y del Ordinario, y, para que más presto se llevase a efecto la fábrica del convento, el Dr. D. Francisco González de Sepúlveda, Mé­ dico del Rey y de la Inquisición, ofreció d?.r (12 de enero de 1619} unas casas que tenía próximas a la ermita de San Blas, con su huerta y olivar, que llevaba más de una fanega de sembradura, y un caño de agua de sus fuentes (14). Con tan buenos principios se tomó la posesión en la mencionada ermita de San Blas el 3 de febrero de 1619. Los religiosos quedaron hospedados en la casa del Dr. Sepúlveda, que desde aquel momento se convierte en insigne bienhechor y gran amigo de Ja Orden. Mas, a pesar de todas las promesas del Marqués, el tiempo iba pasando y nada se hacía, hasta que los Superiores se decidieron a pe­ dirle cediese su patronato a favor del Dr. Sepúlveda. Este, no sólo lo recibió con extraordinarias muestras de satisfacción y alegría, sino que inmediatamente puso manos a la obra y comenzó a reunir materiales para la fábrica del convento e iglesia, y sin pérdida de tiempo dió principio a la edificación, empleando gran número de operarios. Des­ graciadamente, el de Pobar, viendo que la fábrica marchaba rápida­ mente, se arrepintió de lo hecho y, abusando de su autoridad de señor de la villa, prohibió al Dr. Sepúlveda seguir adelante en su intento, ofreciendo él acabarla en breve. Pero pasó el tiempo y pasaron los años, hasta 1624, y nada hizo. Entre tanto, el Dr. Sepúlveda, gravemente enfermo, el 6 de marzo otorgaba su testamento, en el que encarga a sus herederos dar 500 ducados anuales hasta que se termine la obra, con la condición de ser eilos los patronos; de otro modo sólo dejaba a los religiosos la casa que habitaron desde un principio. Mas, si el convento se levantaba con ( 12 ) M o n z ó n , ms. c., f. 26 .— Crónicas Capuchinas, Parte cuarta, p. 343 . ( 13 ) A. d e G r a n a d a , ms. c., p. 61 . ( 14 ) Escritura del Dr. Sepúlveda y su mujer por la que hacen dicha dona­ ción (Madrid, 12 de enero de 1619 ) (A. Provincial de Capuchinos de Castilla, 28 / 00064 ).

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