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8c LA PROVINCIA DE FF. MM. CAPUCHINOS DE CASTILLA Prosiguió su camino hasta la Corte a donde llegó a fines de junio de 1616. Pero fué tal su comportamiento en el convento de San An­ tonio del Prado y los raros ejemplos de humildad, pobreza y obser­ vancia regular, que dió, y tal la afabilidad y dulzura con que trataba a los religiosos, que los mismos que habían intervenido para aquella intromisión del Rey, estaban más que arrepentidos. También lo esta­ ba a su vez el P. Serafín, quien, para congraciarse con el P. Ilumina­ do, le prometió su apoyo e influencia para conseguir la revocación de aquella determinación del Rey. Así se efectuó, y seguidamente comen­ zó a gobernar el P. Iluminado con carácter de Comisario (10). Hizo luego la visita, usando de mucha amabilidad y muestra de buen talento, procurando atraerse las simpatías de todos, lo que logró efectivamente (n ). 3. Pero, cuando así corrían las cosas, el P. General, Pablo de Ce- sena, enterado de lo ocurrido, se presentó en España y se encaminó rápidamente a Madrid, a donde llegó a fines de enero o principios de febrero de 1617 (12). Visitó seguidamente algunos conventos y con­ vocó el Capítulo que tuvo lugar en El Pardo, el 1 de marzo. En él fueron elegidos cuatro Definidores; se designaron los Guardianes y se distribuyeron las familias conventuales, siguiendo de Comisario el P. Iluminado. Pero «no se puede bien encarecer cuán desgraciado Ca­ pítulo fuese éste y lo que se fué originando de mal por no haber atendido el P. General al consuelo común de la Provincia que sólo se libraba en darles Provincial, por el recelo que había de que la querían tener otros tantos años en semejante suspensión... Las elecciones se hicieron pacíficamente pero quedaron los ánimos escocidos mucho y generalmente con desconsuelo toda la Provincia, y más viendo en e! proceder de! P. General un desabrimiento y aversión conocida contra aquellos Padres que trataron más eficazmente de esto» (13). Las pretensiones de estos Padres y, en general, de los religiosos, reducíanse a que Castilla pasase a ser Provincia y fuese regida por un religioso español. Pero a todo se mostró el P. General absolutamente intransigente y al propio tiempo duro, sobre todo con aquellos que habían mostrado en ello más interés, echándoles en cara que lo hacían por ambición, y, no contento con eso, llegó hasta negar permiso para recibir nuevas fundaciones (14). (1 0 ) A. d e G r a n a d a , m s. c ., p. 4 2 .— M o n z ó n , m s . c ., ff. 6 0 -6 1 . (1 1 ) F. d e G r a n a d a , o . c ., pp. 4 4 -4 5 . (1 2 ) Ibid. —A. d e G r a n a d a , m s. c., p. 4 2 . — P o b la c ü r a , L os Generalesdela Orden Capuchina Grandes de España de Primera Clase, e n Collectanea Franciscana, X III (1943), P- 275- (1 3 ) F. d e G r a n a d a , o. c., p. 4 6 . (1 4 ) M o n z ó n , m s. c ., f. 62.

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