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28 LA ANTIGUA PROVINCIA CAPUCHINA DE NAVARRA Y CANTABRIA «Llegó el Santo —dice— al convento de Calatayud, que entonces estaba fundado en unas peñas que hay sobre la misma ciudad ; y vien do el varón santo la incomodidad de los religiosos, lastimado de su triste situación y peligro en que vivían, mandó en nombre de Dios a aquellas peñas que, sin detrimento de los religiosor, se fuesen desha ciendo, hasta dejarlo inhabitable y mejorasen de sitio. «¡ Oh prodigio ! Después que el Santo les intimó el precepto, se vió claramente que se iban abriendo y desgajando aquellas peñas, en oca sión y de modo que no ofendían a los religiosos, atribuyéndolo todos a milagro ; de suerte que vivían entre las mismas ruinas con la mayor seguridad , acreditando este prodigio los sucesos mismos. »Habían salido los religiosos a la ciudad a una procesión, y al vol verse al convento, se desgajó de repente un gran peñasco, que en lo natural debía caer sobre Jos religiosos, y con la ruina total de ellos; pero, impelido por virtud divina tomó tanto vuelo que fué a parar fuera de la plaza contra todo el orden regular, alabando todos al Señor por aquel prodigio. »Es loable costumbre de nuestra Religión —prosigue el mismo autor— que, después de haber cenado la Comunidad, se junten los re ligiosos con el Prelado en la cocina a limpiar las legumbres y hortali zas que han de comer el día siguiente. Dispensó un día el Prelado este ejercicio; y en el mismo tiempo en que habían de estar los religiosos ocupados en él, se vino abajo con grande estrépito toda la peña que servía de techo a la cocina, en cuya ruina hubieran perecido todos los religiosos» 20. El precedente relato se esclarece y se completa con lo que refiere el autor de los Anales de la Orden que tuvo en sus manos informacio nes manuscritas que le fueron enviadas por la provincia de Aragón. «Estaba (el P. Pedro de Segura) enfermo de perlesía en una de las cel das de la enfermería (del convento de Calatayud), que se había edifi cado interior a un pedazo grande de peña, el cual repentinamente cayó, hacia las nueve de la mañana, llenando de broza y piedras la celda toda, menos aquella parte en que estaba el siervo de Dios. Pero su Majestad, que nunca olvida a los que lo son, siendo así que tenía la perlesía a fray Pedro tan impedido de pies y manos, que aún para llevar la comida a la boca necesitaba de las ajenas, se halló en este accidente capaz de poder salir, aunque arrastrando, de la celda, por encima de las mismas piedras que habían caído y apenas se halló fuera, cuando la parte de la peña que correspondía al sitio en que estaba la cama, y por 20. AJOFRíN, Vida de San Lorenzo de B r i n d i s cap. IV, núm. 12.
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