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422 LA ANTIGUA PROVINCIA CAPUCHINA DE NAVARRA Y CANTABRIA consultor de sus dudas y el principal director de su conciencia. Con el primer aviso de haber sido propuesto para la dignidad episcopal bajó el buen señor sumamente afligido al convento de capuchinos a ponerse en manos de Dios y a la dirección del expresado capuchino, con quien hizo veinte días de ejercicios. Al fin Dios lo quería para obispo, y sujetándose a serlo, después de Dios puso toda su confianza en su Padre fray Tomás de Burgui, a quien expresó lo que de él pretendía y espe­ raba, diciéndole públicamente y delante de muchos: «Si he de serobis­ po, si no hay remedio, bien está. Padre Burgui; pero yo llevaré la mitra; y el P. Burgui será el obispo» Y fué así en efecto. Tan pronto como se vió consagrado y hubo de empezar a gobernar su obispado, no acertaba a estar sin el P. Bur­ gui a su lado. Desde un principio le empeñó en trabajar un importantísimo Edic­ to pastoral para arreglo y reforma de su clero. En el vasto plan para la erección del Seminario Conciliar 2; en el establecimiento del de co­ rrección o Episcopal; en las gestiones con el Rey Carlos III y el Sumo Pontífice para que fuesen perpetuas todas las vicarías del obispado y asegurar en su ministerio a los párrocos contra las intrigas, arbitrarie­ dades y procedimientos injustos de muchos pueblos que ponían y qui­ taban los curas a su antojo: en todo eso el P. Tomás de Burgui era como el alma del lltmo. Irigoyen, que con tales providencias inmortali­ zó su fama. «En las contestaciones delicadas con el Ministerio; en la Visita que hizo de toda la diócesis; en procurar la reforma de varios conven­ tos de monjas, en que remedió no pocos abusos; en correspondencia o comunicación con otros obispos celosos, ya respondiendo, ya pregun­ tando sobre planes y mejoras de gobierno diocesano, en la reforma de la Curia eclesiástica; ...en todo ésto y asuntos semejantes el espíritu y la pluma del P. Burgui era el Mentor» 3. 2. Entre los personajes del estado seglar particularmente afectos a la religión capuchina deben recordarse: Don Francisco de Ezpeleta, caballero del hábito de Calatrava y Señor de los Palacios de Otazu; el Duque de San Germán ; el Conde de Ablitas, diputado del reino; 1. CASCANTE, ob. c i t p. 47-48. 2. Sobre la fundación del seminario Conciliar de Pamplona véase JOSÉ Goñi Gaztambide, Los navarros en el concilio de Trento y la Reforma Triden- tina en la diócesis de Pamplona, Pamplona, 1947. 3. Cascante, ob. cit. Véase Fagoaga, Dos lustros de Pastor. Iltmo. Señor Don Juan Lorenzo de Irigoyen y Dutari, obispo de Pamplona , Vitoria, 1948.

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