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410 LA ANTIGUA PROVINCIA CAPUCHINA DE NAVARRA Y CANTABRIA rra, donde ocupó los mejores pulpitos; y últimamente fué llamado a Zaragoza, donde en el Real Hospital predicó dos cuaresmas, y muchos predicadores iban de propósito a apuntar sus sermones como oráculos. Hizo también allí misión, y el Señor Arzobispo, Virreyes y grandes se ñores le hicieron singularísimas honras. »Fué el primero que introdujo la procesión de penitencia, donde iba él los pies descalzos, con una soga al cuello, corona de espinas en la cabeza, tan apretada que le solía correr mucha sangre, y especialmente llevaba un crucifijo, con el cual hacía el acto de contrición, así en las misiones como en los demás sermones; cuyo acto no era posible con más fervor y compunción del auditorio, si no es que fuese el mismo san Pablo; pues, siendo él de gentil presencia y disposición, y, encen diéndosele el rostro, parecía un serafín» 9. Murió este insigne religioso en Los Arcos a 4 de septiembre de 1699. 3. P. Manuel de Corella.—Hermano del anterior, fué asimismo celebrado como uno de los mejores predicadores de su tiempo. Dotado de singulares dones de naturaleza y gracia, mostraba con todo una modestia y humildad profundísima; a todos edificaba con su manse dumbre, ya tratase con los seglares, ya entre los religiosos. Las gentes se arrodillaban a su paso implorando su bendición. Después de haber desempeñado el oficio de Lector de filosofía y teología dedicóse acti vamente a la predicación. En 1694 acompañó al obispo de Calahorra Don Pedro de Lepe a la ciudad de Vitoria, donde predicó una misión ante innumerable pue blo, con extraordinario fruto de las almas. El Señor Obispo, después de haber oído uno de sus sermones, manifestó que, sólo por aquel ser món, el P. Manuel merecía la mitra; dicho lo cual, quitándosela de la cabeza, hizo ademán de imponérsela al predicador. Fué muy especialmente el apóstol de Tudela y de Pamplona. Esta última ciudad trató desde ¡671 de fundar una Casa llamada de Mise ricordia, para recoger a los pobres que andaban sueltos, pordioseros de puerta en puerta, haciendo profesión de vagamundos. En el proyectado establecimiento se les daría instrucción religiosa, se les haría vivir cristianamente, y se les haría trabajar para combatir la ociosidad, madre del vicio. Por diversas dificultades que concurrieron no pudo efectuarse hasta comienzos del siglo XVI1Í obra tan pía. «Pensamiento fue este muy antiguo —dirá en 1767 la Junta de la Casa-Misericordia— , 9. De un autor anónimo de la época. Ms. en el Arch. Prov. Cap. Nav.
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