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su muerte se produjo un motín general en Tudela, padeciendo en él muchos peligros todas las familias principales de la ciudad, y entre ellas el Señor Deán de aquella Santa Iglesia. Para apaciguar la plebe enfurecida —refiere una crónica de la época— «y templar los ánimos inquietos, que escuadronados y armados discurrían por diversas partes de la ciudad, tomando (el P. Buena­ ventura) un santo cristo en la mano y acompañado de algunos religio­ sos de nuestro convento de Tudela, donde a la sazón era guardián, salió con ellos predicando por toda la ciudad, exhortando con espíritu fer­ voroso a que se aquietasen los ánimos perturbados, y evitando con estos medios los daños que veía querían causar en una parte. Sabiendo que en otras se intentaban los mismos daños, acudía a ellas con toda solicitud y presteza, consiguiendo con este ejercicio tan loable el de­ sistimiento de los malos intentos que querían ejecutar en las personas y casas de la nobleza de dicha ciudad, de suerte que vino a conseguir la quietud y sosiego de todo aquel pueblo tumultuado, por lo cual todos en el reino le dieron muchísimas gracias, atribuyéndole, después de Dios, la quietud de todo aquel pueblo y el haberse evitado tantos daños como amenazaban» 6. En marzo de 1657 el virrey de Navarra enviaba a la Real Cámara un informe del estado de cosas de Tudela, y en él se expresa que que­ daba ajustada y afianzada la quietud de aquella ciudad '. P. Jaime de Corella.—También de él hemos hablado con motivo de su elección como Provincial en 1693. Recibió el hábito capuchino el 22 de enero de 1673. Terminados sus estudios emprendió el ministe­ rio de la palabra, y desde los principios se mostró predicador consu­ mado. «Apenas tenía 27 años cuando hizo la primera misión en Core­ lla, su patria, y después predicó allí dos cuaresmas. Fué tanto el fruto del auditorio, que fué llamado a Salamanca, a vista de aquella Univer­ sidad celebérrima, predicó sus misiones con pasmo de íodcs los hom­ bres sabios, viendo en un joven concurrían toces las prendas de un varen c.jp03£0izcc. »Después fué a Madrid, donde predicó a Su Majestad con tanto agrado que le hizo su Predicacor. Allí también hizo misión con el ma­ yor fruto que se había visto en mucho tiempo 8. De aquí vino a Nava- LOS CAPUCHINOS DE NAVARRA Y GUIPÚZCOA EN ACCIÓN 409 6 . Necrologio del convenio de Pamplona. M s. (Arch. Prov. Cap. N a v J . 7. Carta de don Antonio Carnero, secretario del Rey al virrey de Navarra, Conde Santesteban, Madrid, 27 de marzo de 1657 (Arch. de Navarra, Papeles sueltos, leg. 19, carp. 42). 8. En 1689 hizo misiones en varias parroquias de Madrid con grande ejemplo y crédito. Véase Viridario, p. 30.

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