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»Ultimamente — informaba el virrey Gil Lemos— han salido va­ rias partidas de (indios Motilones) de las montañas inmediatas a la ciudad de Ocaña, donde baja el río Mataíumbo, pretendiendo congre­ garse en pueblo y pidiendo un capuchino que los instruya» 34. Para que la abundante cosecha que se ofrecía no se malograra era menester llenar el vacío dejado por los misioneros fallecidos o que habían regresado a España. Con ese fin embarcaron en Pasajes, a bordo de la fragata «Nuestra Señora del Rosario», diez nuevos misio­ neros sacerdotes: los PP. Jaime de Tafalla, Patricio de Los Arcos, Ga­ briel de Estella, Pedro de Fustiñana (o de Corella), Serafín de Pam­ plona, Celedonio de Zudaire, Francisco de Arróniz, Bernabé de Logroño, Esteban de Los Arcos, José María de Azcoitia. El navio se hizo a la vela en setiembre de 1783, con rumbo al puerto de La Guaira. El año 1785 existían en la Misión veintiún misioneros. En 1786 aseguraba el P. Prefecto que podía concluirse en poco tiempo la conquista de todo el país de los Motilones, si existiese el nú­ mero competente de religiosos misioneros. La Provincia le envió cinco Padres y tres coristas, a saber : los Padres Manuel de Cervera, Serafín de Los Arcos, Miguel de Tudela, Antonio de Cervera, Carlos de Cin- truénigo, y los Hermanos Fr. Paulo de Alzórriz, Fr. Paulino de Pam­ plona y Fr. Adrián de Autol. 8 . Los misioneros reunían aquellos indios errantes en pequeñas poblaciones, escogiendo para su asiento uno de los más bellos sitios, generalmente a la orilla de un río, siempre en lugares solitarios, aunque propios para la agricultura y las crías. El P. Prefecto, que había corrido la mayor parte del territorio, habitado por ocho mil familias de indios Motilones, había observado que casi todo él era inhabitable, y que además los indios carecían del comercio que apetecían con los españoles. En carta del 22 de mayo de 1783 escrita al Rey, indica la conveniencia de que así estos indios como los que sirven a los españoles se poblasen en las riberas de la Laguna de Maracaibo, que tiene un gran número de tierras fértiles y baldíos, hay muchos ríos que entran en ella, cuyo terreno, por haberlo reconocido fray Antonio de Lerín, misionero de Maracaibo, le graduaba de cuarenta leguas de largo y treinta de ancho. 38c LA ANTIGUA PROVINCIA CAPUCHINA DE NAVARRA Y CANTABRIA 33. Inform e que el S r. G il y Lemos presentó en 1789 a su sucesor en el virreinato de Santa F e , Conde de Ezpeleta, en RICARDO S. PEREIRA, Documentos sobre limites de Colombia, París, 1883, p. 111.

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