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LOS CAPUCHINOS DE NAVARRA Y GUIPÚZCOA EN ACCIÓN al recibir el nombramiento de misioneros. También renunció al suyo el P. José de Autol, Vicario del convento de Peralta. Los doce misioneros se reunieron en Pamplona a fines de julio de 1749. Allí, en presencia de la Rvda. Definición, fueron examinados de nuevo respecto a su vocación para las misiones; el P. Provincial, vién­ doles firmes y constantes en ella^ les hizo una fervorosa plática para animarlos a tan santa obra; se les lavó los pies; y luego, en la iglesia, se cantó un Tedeum en acción de gracias de haber logrado la Provincia, con muchas ventajas, Misión en América. Había dispuesto el Rey que el embarque de los misioneros fuese por el puerto de Pasajes, en uno de los navios de la Real Compañía de Caracas. Los misioneros se repartieron en los conventos de Rentería, Fuen- terrabía y Vera, a fin de hallarse prontos a embarcarse en la primera oportunidad. Mientras esto no se verificase, los expedicionarios perma­ necían obligados a la obediencia y disciplina religiosa. Así lo hacía presente el P. Provincial a los Guardianes de los tres referidos conven­ tos : «Nos ha parecido advertir, por motivos gravísimos que tenemos para ello, que el Prelado local de los dichos Padres misionistas, mien­ tras no se embarquen para ir a la América, es el P. Guardián que cada uno respectivamente tuviere, es a saber: el P. Guardián de Rentería, para los que están en Rentería; el P. Guardián de Fuenterrabía, para los que están en Fuenterrabía; y el P. Guardián de Vera, para los que están en Vera; a los cuales respectivamente les deben obedecer y estar sujetos en cuantas cosas se les mandaren» 14. La misma disciplina y sujeción debía mantenerse durante el viaje. El P. Provincial y Definidores nombraron por Presidente de los misio­ neros al P. Pedro Felipe de Cintruénigo, Ex-Definidor, y por Vice-Presi- dente al P. José de Espronceda, «para que el dicho Presidente y, en su ausencia, enfermedad u otro motivo, el Vice-Presidente los gobiernen y manden como prelados rigurosos hasta el tiempo de tener el capí­ tulo» que deberán celebrar los misioneros luego que lleguen a América y se hayan establecido en su Misión 1S. Los gastos de los misioneros, desde su partida de los conventos hasta su arribo a la Misión, corrieron por cuenta del Estado español. Para el pasaje y manutención de los doce religiosos el Real Erario 14. Ca rta del P . P ro vincia l al G uardián de Rentería, 27 de setiembre 1749. (A rc h iv o . P ro v . Cap. N a v ., carp. Rentería). 15. Catálogo de los Capítulos, p. 326.

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