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LOS CAPUCHINOS DE NAVARRA Y GUIPÚZCOA EN ARAGÓN 11 las provincias de España como inviolable ley. Comenzaron a andar sin sandalias, y a dormir sobre las tablas desnudas. Ayunaban continua­ mente, y cuando comían dos veces al día, la comida era tan moderada, que no se diferenciaba del rigor del ayuno más áspero. Casi nunca comían carne, contentándose con legumbres y yerbas, y añadiendo algo tal vez de fruta. Finalmente su aspereza era tan admirable, que edificaba a la gente de la ciudad y a los forasteros l6. Cuando, por fin, la casa e iglesia de Santa Madrona fueron desalo­ jadas por los Padres Observantes, pasaron a ellas los capuchinos. Mas, apenas instalados en el nuevo domicilio, todos, excepto uno, cayeron gravemente enfermos. Nuestros Padres lo achacaron a la insalubridad de aquel lugar, por lo que decidieron abandonarlo y buscar paraje más acomodado. Sin casa y sin dinero, habíanse confiado a la Providencia y Dios vino en su ayuda. Hacía poco que un caballero de Barcelona, Juan de Terrer, había ofrecido al P. Arcángel una pequeña iglesia con una pobre casa en el lugar de Sarriá. Según una tradición respetable, en aquel lugar había nacido y se había criado la gloriosa virgen y mártir santa Eulalia, Patrona de Barcelona. Agradó mucho el sitio al Padre Comisario «por estar la casa e iglesia en la soledad, al pie de una montaña, entre bosques y selvas, en lugar que gozaba de aire puro y con una fuente a la mano». En aquel paraje edificaron los religiosos nueva iglesia y convento capaz para su definitiva morada. A este convento se le ha conocido con los nombres de «Santa Eulalia» y de «El Desierto», y es el primero que los capuchinos han tenido en España. Desde un principio sirvió aquella casa para noviciado de la provincia de Cataluña, hasta que en el año 1835 fueron arrojados de él por la revolución. Los capuchinos espa­ ñoles han mirado siempre con filial ternura el convento de Santa Eu­ lalia, considerado por los mismos como cuna de la Orden en su patria. «Después, viendo los concelleres que por la demasiada distancia de la ciudad no podía gozar la gente, si no es raras veces, de la vista y conversación de los religiosos, pidieron a fray Arcángel que eligiese otro sitio má? cerca, ofreciendo labrarle en él por su cuenta un con­ vento donde habitase con sus frailes, quedándose también por suyo el que tenía entonces. Fray Arcángel lo hizo, estimando el afecto de la Ciudad; y en un sitio que vino a elegir junto a la iglesia de los Padres de la Observancia, que se llama del Nombre de Jesús, se empezó a labrar nuevo convento con título de Monte Calvario, y con gran aplau- 16. Annales Ca-p. I. 829. Segunda parte de las Chronicas , p. 238.

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