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10 LA ANTIGUA PROVINCIA CAPUCHINA DE NAVARRA Y CANTABRIA bien desembarcar en el puerto antes de dar aviso a los consejeros (Con­ celleres) ; y, por tener tiempo de hacerlo, y porque no pareciesen todos juntos en la ciudad, hizo desembarcar en la playa un poco antes de ilegar a la ciudad, en derecho de un convento que antiguamente fué de monjas y se llaman los »Angeles Viejos», y buscó medios para reco­ gerlos en una ca3a que tiene alh la Ciudad. »Llegados allí pareció al P. Fr. Arcángel visitar al Obispo y tomar su bendición antes que tratar con ninguna otra gente, y, por hacerlo con menos nota de la gente popular, envió de dos en dos los religiosos que habían venido con él a una capilla de la Seo, que está junto al pa­ lacio episcopal, y dende allí fueron todos juntos a besar las manos al Obispo, que entonces era Don Dimas Loris, varón eminente en letras y santidad, el cual les recibió con gran amor y les ofreció toda la ayuda posible u. Desde el primer día de su llegada aceptaron los religiosos la hos­ pitalidad que les brindó el P. Guardián del convento de Jesús, de los Padres observantes, extramuros de la ciudad, dándoseles por habita­ ción el noviciado. Allí permanecieron tres semanas, solícitamente aten­ didos por aquella Comunidad franciscana ,:>. Pasada la Pascua, la pequeña carabana subió en peregrinación al Santuario de Montserrat, a ponerse bajo el amparo de la Madre de Dios y encomendar a esta poderosa Señora la empresa que traían, de difundir la Orden por España. Tres días pasaron allí en ayuno, oración y lá­ grimas, después de los cuales se volvieron, muy animosos, a Barcelona. A todo esto, la pequeña colonia llegada de Italia se encontraba en la gran ciudad catalana sin albergue a que acogerse. La casa de Santa Matrona, ofrecida por los concelleres, estaba todavía ocupada por los Padres de la Observancia, los cuales no mostraban prisa por dejarla. Movido por fin a lástima por verlos andar sin asiento fijo el Obispo los acomodó interinamente en una casa del barrio de San Gervasio, distante entonces casi dos millas de la ciudad. Allí se recogieron, haciendo vida solitaria y apartada de toda con­ versación. «Vivían —escribe Boverio— en aquella casa, aunque estre­ cha, cono en un monasterio formado. Rezaban el Oficio divino devotí- simameníe. Decían misa con mucha devoción. Oraban las dos horas hasta allí acostumbradas, y añadieron otra hora tercera para solicitar con más oraciones la ayuda divina en ocasión de tanta importancia y necesidad. Costumbre que desde entonces conservaron por mucho tiempo 14. V a l l a d o l i d , Crónica , p. 13-14. 1 5 . M a r c a , Crónica Seráfica i e la Santa Provincia de Cataluña, p . 3 0 8 .

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