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Terminado el capítulo, el nuevo General fray Jerónimo de Mon- teflores (Montefiori) dió orden a dos Padres españoles, residentes en Italia, de que pasaran a Madrid a solicitar del Rey Católico licencia para fundar en Castilla. No conocemos los nombres de esos Padres; es muy creíble que uno de ellos fuera el P. Arcángel de Alarcón o su hermano el P. Juan, que llegaron a ser los principales fundadores de la Orden en España. Como quiera que sea, los dos religiosos empren­ dieron viaje a España, trayéndolos en las galeras de Nápoles el propio Marqués de Snta Cruz, que las mandaba. En Madrid, los enviados del P. General fueron presentados al Rey Don Felipe II, que los recibió con suma complacencia. Oyóles el mo­ narca ; mas, gran favorecedor como era de los Menores observantes y de los descalzos, dióles una contestación muy cortés, pero muy firme. Díjoles, en suma, que él amaba a la Religión de los capuchinos, pero que no convenía que nosotros los capuchinos tomásemos monasterios en España estando en ella los descalzos, unos y otros del mismo hábito y profesión, y solamente diferentes en los prelados, porque ellos están bajo la obediencia de los frailes observantes y nosotros tenemos nues­ tro General. Desilusionados, los dos capuchinos se volvieron a Italia a dar cuen­ ta del cumplimiento de la misión que se les había confiado 1. Pese a la negativa regia, el Marqués de Santa Cruz se mantuvo firme en su resolución de fundar un convento de capuchinos en sus do­ minios de Castilla. Sentíase alentado en tal propósito por su esposa doña María Manuel, devota en extremo de la joven reforma francisca­ na. Cierto día de abril de 1577, la Marquesa de Santa Cruz se presentó al Papa Gregorio XIII y le hizo una minuciosa explicación del pro­ yecto que ambos esposos tenían de llevar capuchinos a sus Estados de El Viso, en tierra de Castilla. El piadoso propósito mereció la apro­ bación y las alabanzas del Pontífice. Y para que el proyecto tuviera realización, dió Gregorio XIII un breve del tenor siguiente: «L a n oble señora, amada h ija en Cristo María M anuel, marquesa de Santa Cruz, N os ha referido p oco ha que su esposo el ilustre señor don A lva ro de Bazán, marqués de Santa Cruz, nuestro amado h ijo —m ovido p or la piedad, y en m em oria de la victoria logra d a contra los turcos, enem igos del nombre cristiano, en aguas de L epanto, donde, con el favor del A ltísim o, casi toda !a armada de los turcos fué aniquilada pocos años ha— , ha hecho construir y fratres in H ispaniam » (RlDOLFI, Historiarum, al año 1575). B overiorelega esta determ inación al capítulo gen eral de 1578 ; en lo cual yerra elcélebreAnalista, com o se verá en las páginas que siguen. 7. P. A n gel de Mas. en la citada carta a Querol. o LA ANTIGUA PROVINCIA CAPUCHINA DE NAVARRA Y CANTABRIA

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