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Emprendieron, pues, Fr. F ran cisco y el P. Sesa el regreso a Eu ­ ropa, embarcándose en el m ismo navio que los condu jo al C ongo. «A la m itad del viaje encontraron un navio grande inglés y Fr. Francisco rogó al capitán de él que, supuesto iba en derechura de Inglaterra, se sirviese de traerlos en su compañ ía, lo cual hizo con mucha genero­ sidad, dispon iéndolo D ios así para que con más brevedad pudiesen ser socorridos los del C ongo 31. A l cabo de una larga y accidentada navegación dieron en las co s­ tas de Inglaterra, en cuya capital entraron el 4 de marzo de 1646. A llí se mantuvieron algún tiempo, socorridos por algunos ca tólicos, hasta que pudieron pasar el estrecho y desembarcar en Calais. A q u í enrermó su compañero. D ejándolo al cu idad o de los religiosos de la misma O r­ den que allí había, Fr. Francisco tomó en derechura el cam ino de Ita­ lia ; no el de España, com o erróneamente afirman todos sus b iógra­ fos 32. Cruzando la Francia, atravesando och o p rovin cias capuchinas y sufriendo mil penalidades, llegó a L iorna, en Italia, el 26 de mayo. V ióse forzado a detenerse aquí unos veinte d írs ; por fin, el 24 de jun io de 1646 entraba Fr. Francisco en la C iudad Eterna 33. Y ? en Roma, se hizo el abogado de la M isión del C ongo, sin perder punto en el asunto que se le confiara. Fué recibido en audiencia por el Sumo Pontífice, visitó reiteradamente las oficinas de Propaganda F ide, sup licó a los Cardenales, porfió con las autoridades de la Orden. Y con tan persuasivos acentos supo describir las graves necesidades de la M i­ sión, que en 17 de ju lio obtenía de la Santa Sede un decreto mandando aprestar un nuevo envío de catorce m isioneros con destino al C ongo. Las eminentes dotes del capu ch ino español fueron francamente re­ con ocidas y aun aprovechadas por la Corte Romana. E l Papa Inocen­ c io X le propuso para varias dignidades y cargos de importancia. Pensó prim ero en hacerle P refecto de la nueva exped ición m isionera al C on ­ g o ; rehusólo Fr. F rancisco, d iciendo no convenir tan alta d ign idad a un simple lego. Después, según se d ijo , ofrecióle el cap elo y el genera­ lato de las galeras pontificias, o que al menos adm itiese el sacerdocio y el cargo de C om isario de todas las M isiones de la O rden. A todas estas proposiciones negóse resueltamente el hum ilde Hermano, cau ­ sando grande adm iración en el Pontífice. 31. A n g u t a n o , La Misión del Congo, p. 57-58. 32. Con la lectura de las cartas del propio Fr. Francisco y de otras que se refieren a él (Bol. Cap. Nav., vol. III, 1948, p. 145 y s.) se desvanece toda duda a este respecto. Cuando el P. Sesa hubo mejorado, abandonó Calais y emprendió viaje a Zaragoza. Murió en esta ciudad el año siguiente, a los 38 años de vida religiosa. 33. Véase Bol. Cap. Nav., 1. cit. 140 LA ANTIGUA PROVINCIA CAPUCHINA DE NAVARRA Y CANTABRIA

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