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tidad de que gozase. Entre otras cosas de que fu i testigo una fué que, cuando el P . Inocencio partía de una ciudad o lugar para otro, salían a su encuentro, a muchas m illas de distancia, innumerables personas que nunca habían tenido noticia de que aquel fuese el General de los capuchinos, ni de que hubiese de transitar por aquella com arca. Cuan d o luego pasaba por entre la gente, todos, postrados en tierra, le pedían la bend ición ; y no lo abandonaban, sino que le seguían hasta el otro lu g a r ; de donde resultaba agolparse tan crecid o golpe de gente de toda cond ición y sexo, que con frecuencia él y sus compañeros vié- ronse expuestos a perecer sofocados, pues todos querían adelantarse, acercársele y besarle la mano, tocarle y aún cortarle el hábito si pod ían » 22. Todo el tiempo que estuvo e n 'Z a r a g o z a fué un constante ir y venir de carruajes, desde la mañana hasta el a n o ch e ce r ; y la afluen cia de gentes fué tan considerable que hubieron de apostarse buen número de religiosos en las puertas del convento y de la huerta para impedir que las oleadas del pueblo, y en particular las mujeres, irrum pieran en la clausura. L o su ced ido en M adrid — refiere un testigo de vista— fué algo e stu p en d o ; pues todo el tiempo que permaneció a llí el P . General, nuestra iglesia, desde muy temprano, se llenaba cada día de señoras principales y de Grandes de E sp a ñ a ; y en tan gran número acudían que, no pudiendo caber, los hombres invadían el convento y, no con sigu iendo entrar por la otra puerta, escalaban las tapias de la huerta ; por manera que la casa se llenaba de seglares de toda cond ición , pero sobre todo de la Nobleza y Grandes del R ein o ; y no se retiraban en tanto no recibieran la bend ición del Padre. Eso acontecía por el gran con cep to de santidad en que se le tenía, por las continuas gracias y m ilagros que Nuestro Señor obraba por su m edio, y que estaban a la vista de todos» 23. E l recibim ien to que se le h izo en Sevilla superó en fervor popular a cuantos hasta entonces se le habían tributado en España. Las muchedumbres de que se v ió segu ido en Barcelona solo adm i ten parangón con las mayores de F rancia. Durante los och o días que LOS CAPUCHINOS DE NAVARRA Y GUIPÚZCOA EN ACCIÓN | |7 22. P. Vicente de Toledo, compañero de viaje del P. General, en Summa- rium dei Processij p. 422, según CULTRERA, oh. cit., p. 248. 23. CULTRERA, i b i d p. 321. En Alcañiz le atribuyeron haber dado vista a un ciego. Los Succcsus Ca-puccinorum de Aragón dan cuenta de un milagro obrada por el Siervo d i Dios en la ciudad de Borja, adonde ¡legó '1 22 de julio de 1G48.
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