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92 C apítulo V decoro. Más natural era habernos enviado a Tulcán donde ya estaba fundada una modesta residencia. Sea de esto lo que fuere, salimos de Ibarra casi con gusto. Por entonces, en algunos Estados Unidos de Colombia se había renovado la guerra civil entre católicos y liberales; algunos clérigos y hasta dos o tres Obispos tuvieron que emigrar y estuvo con mucho peligro el de Pasto Sr. Bestrepo, valiente Prelado cuyas pastorales eran leídas con gran r espe to y avidez po r todo s los ca tó licos co lombianos y ecuatorianos y, con indignación, por todos los liberales y masones. Llegamos a Quito y nos hospedamos los tres en el grandioso y soberbio convento de San Francisco; a los pocos días, el 8 de septiembre estalló en Guayaquil la revolución acaudillada por Urbina, Veintimilla, Robles y Ca rbo ; el P res iden te Bo r re ro perdió la presidencia de la República; el Arzobispo de Quito, que estaba en Guayaquil de paso para Roma, volvió a su Diócesis; los liberales, triunfantes, estaban muy satisfechos y los católicos, muy preocupados; el Gobierno revolucionario fue aceptado sin demora por las provincias del litoral, las del interior se mantuvieron, por entonces, fieles al Gobierno de Borrero hasta diciembre en que en la Diócesis de Riobamba se bastieron [sic j las tropas sublevadas y las leales, las que siendo vencidas se unieron a las vencedoras y los caudillos revolucionarios se instalaron en Quito. Fr. José Calasanz de Llevaneras, con un agregado del Ministerio francés en Quito , se fue a Eu rop a en sep tiemb re y no so tro s continuamos en Quito, esperando órdenes de nuestros superiores a quienes comunicamos que, en la Curia eclesiástica, nos habían dicho que por entonces no había que pensar en proseguir la fundación de Ambato. Viendo que las órdenes no venían y que el desenlace de revolución se retardaba mucho, el día dos de noviembre salimos de Quito para Riobamba. El Sr. Obispo que lo era Dn. José Ignacio Ordóñez, Prelado muy odiado de los liberales y masones, quiso retenernos en su Diócesis. Se escribió a Ibarra sobre el particular y la contestación disgustó mucho al Sr. Obispo y, con este motivo, nos
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