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F undación del C onvento de I b a r r a 91 campos y aldeas y en otras faenas; el estudio se les hacía duro y pesado porque no estaban acostumbrados a él, ni estaban a él inclinados. En todo se ocupaban menos en estudiar la lección y nunca la sabían. En cambio, anhelaban por ser ordenados; en Ibarra no había Obispo como ya hemos dicho, el más cercano era el de Quito, y para ir a Quito se necesitaban unas tres jornadas; pretendían ser ordenados, se les daba alguna esperanza, pero siempre se les aplazaba para más adelante. Creían ellos que yo era la causa de todas las dilaciones y, por este motivo, no me miraban con buenos ojos y llevaban muy a mal las reflexiones que les hacía para que estudiaran según era su deber, puesto que los superiores se lo tenían mandado y debían obedecer. A mediados de agosto de 1876, amonestándoles como en otras muchas ocasiones, por no haber sabido la lección, se pusieron de pie y, sin respeto alguno al sacerdote, ni al profesor, ni a sus colegas, con los ademanes más descompuestos y las voces más desentonadas, se despacharon a su gusto, a gusto de su pasión; me dijeron cuanto ésta les sugirió: me pusieron, como vulgarmente se dice, como un guiñapo; no había por dónde cogerme. No les contesté nada; que se desahogaran a sus anchas. Mi decoro no me permitía replicarles en aquel acto. Me habría rebajado y se habrían enardecido más los ánimos. Sus condiscípulos estaban asombrados y escandalizados. Di cuenta de lo ocurrido al Superior que era el P. Gabriel de Prats de Llusanes; le supliqué se informara bien de todo y pusiera remedio Fácil era saber la verdad; pero no se hizo nada: el escándalo no fue reparado, los desvergonzados coristas quedaron impunes, no debía continuar siendo profesor y no lo fui más. El día 28 de agosto de 1876, al año justo de haber llegado a Ibarra, salí de ella con el P. Pacífico de Montroig y Fr. José Calasanz de Llevaneras, éste para Europa; ya estaba cansado de vivir en el Ecuador; nosotros dos para ir a continuar la fundación que los PP. Capuchinos italianos habían principiado en Ambato y habían abandonado poco después del horroroso asesinato del inmortal García Moreno. Pero esto no era más que un pretexto para sacarnos de Ibarra con cierto

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