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90 C apítulo V Perú, donde se habían refugiado los revolucionarios ecuatorianos que escaparon a la acción justiciera de García Moreno. Principiaron a circular con alguna profusión los impíos escritos de Montalvo y de otros del bando liberal; se hacía activa propaganda a favor de los desterrados por García Moreno; se agitaba el país para reaccionarlo contra la sana y católica política del inmortal Presidente ecuatoriano; se notaban algunas defecciones en el partido de tan insigne Estadista americano y, gracias a esos trabajos, la candidatura del Dr. Borrero a la presidencia de la República ganaba visiblemente mucho terreno. Borrero no era impío, pero sí hombre de tendencias liberales y nunca había sido adicto a la política de García Moreno y, por lo mismo, se sabía por todos que no la continuaría. Con estas incertidumbres y temores que nos eran comunes con los Jesuítas, Dominicos, Franciscanos, Mercedariosy demás clero regular, proseguimos nuestra reorganización. Los coristas Fr. Benito de Guatemala (la Antigua), Fr. Benigno de Archidona, Fr. Bartolomé de Igualada, Fr. Román de Mataró, Fr. Estanislao de Reus y Fr. Joaquín de Llevaneras, aún no habían estudiado ninguna facultad; los azares de los tiempos lo habían impedido. Sin haber cursado un año siquiera de filosofía, los dedicaron al estudio de la teología dogmática y yo fui nombrado su lector. Esto no me era grato, no me gustó, no porque me disgustara el cargo de enseñar, sino porque no tenía tiempo para seguir estudiando yo teología moral, como debía hacerlo, como los demás de mi curso, porque su estudio no lo habíamos terminado, y tenía yo que estudiar teología dogmática para poderla enseñar bien a los otros, que ninguna preparación tenían para tan elevada e importante materia. Sin embargo, acepté y el curso se principió en la primera quincena de septiembre de 1875; el libro de texto era el Tharmes, adicionado por Albrand y, para desenvolver las materias, me serví principalmente de San Buenaventura y de Berti. Los coristas Estanislao de Reus y Joaquín de Llevaneras eran muy desaplicados: nunca habían estado en curso, los habían ocupado siempre en Francia, tanto en Ceret como en Cahors, en la mendicación por los

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