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88 C apítulo V y un capitán de infantería llamado Ribadeneira, enviado por García Moreno para que nos acompañara. Desde Guayaquil fueron destinados a la residencia de Portoviejo, capital de la Diócesis y de la provincia de Manabí; allí estaban, desde un año o año y medio, los PP. Antonio de Igualada, Pacífico de Montroig y Vicente de Olbán con el hermano lego Fr. Magín de Tarragona, que murió poco después, o había muerto poco antes, no recuerdo bien cuándo fue; los capuchinos no tenían allí convento alguno y, por disposición del limo. Sr. Obispo Dn. Luis Tola, vivían en el seminario en el cual no había ni seminaristas ni profesores; en el año 1876 los PP. Antonio de Igualada y Gaspar de Montbuy recorrieron los varios pueblos que hay en la provincia de Esmeraldas, donde pasaron muchos trabajos y corrieron no pocos peligros a causa de lo mortífero del clima y no haber más vías de comunicación que los ríos y brazos de mar, ni otro medio de trasporte que las canoas. Los demás Capuchinos seguimos nuestro viaje a Ibarra, capital de la Diócesis y provincia de Imbabura, con el P. Miguel y capitán Ribadeneira; hicimos noche en Babahoyo, en otro sitio que no es pueblo ni aldea siquiera, en Guaranda situada al pie del Chimborazo, en Chuquipoyo, situado en el punto más elevado del camino que atraviesa el Chimborazo; fue ésta la noche del 5 al 6 de agosto de 1875; la siguiente la pasamos en Ambato, bajo un colgadizo de un convento que allí estaban construyendo tres religiosos italianos. Cuando llegamos a Ambato supimos el horrendo asesinato de que había sido víctima el Presidente Dr. Dn. Gabriel García Moreno. Esta noticia nos causó una gran tristeza y un susto no menos grande. Bien cierto es que la consternación fue profunda en todo el país sano y honrado; pero el partido liberal y masónico se alegró en gran manera; mas en el Ecuador guardó compostura, porque el crimen había sido horrendo y García Moreno tenía a su favor la generalidad de los ciudadanos y, por eso, no podía hacer público su regocijo. Sin embargo, en algunas casas y hasta algunos eclesiásticos celebraron con festines íntimos la muerte del que llamaban tirano, y hombie sanguinario
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