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76 C apítulo III Capuchinos de Guatemala iban adquiriendo fama de austeros, observantes y, alguna vez, la misma Curia generalicia les había escrito elogiando su celo, pero moderando alguna vez en alguna cosa. Si la educación moral y religiosa no dejaba nada que desear, en cambio la literaria era muy deficiente. Los coristas que nos habían precedido a nosotros fueron promovidos al presbiterado sin más estudios que un año de teología moral por el compendio del P. Larraga y después de ordenados, como suele suceder, los estudios fueron poco menos que nulos. Además, no se inspiraba amor y afición a las letras sagradas y mucho menos a las profanas. Allí no se estudiaba teología dogmática, ni filosofía, ni derecho canónico, ni historia, ni geografía, ni nada: todo se reducía a un poco de teología moral. Además, cada cual tenía que coserse, remendarse y lavarse su ropa, y había que atender a la limpieza del convento. Estas faenas y los actos religiosos diarios de la vida regular se llevaban casi todo el tiempo. Por esta causa no podía haber sacerdotes ilustrados y competentes en las ciencias eclesiásticas. Podía haber predicadores fervorosos, pero no podía haber predicadores sabios. Los únicos que sabían algo eran los cuatro o cinco ancianos que no se habían educado en Guatemala, los demás eran muy ignorantes, a pesar de que algunos de los allí educados tenían disposiciones para ser bastante instruidos. La necesidad de sacerdotes para atender a las necesidades del pueblo en los días festivos, fue la causa de que los jóvenes coristas fueran promovidos al presbiterado con muy pocos estudios y, como por la misma causa eran muy presto habilitados para todas las funciones del ministerio sacerdotal y no lo eran por tiempo limitado, sino a voluntad del Diocesano, no había estímulo suficiente para continuar los estudios. Al fin los PP Capuchinos, tanto ancianos como jóvenes, conocieron la gravedad del mal y quisieron poner remedio. Por esto a nosotros, los procedentes de la expedición de 1869, nos hicieron estudiar filosofía por el compendio escrito por el limo. Sr. Bouvier; la expulsión tuvo lugar cuando ya faltaba poco para terminar el segundo año; nuestro lector fue el mismo que lo había sido de todos los demás coristas, el P. Ignacio de Cambrils, religioso muy bueno y trabajador, de capacidad y dotes para

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