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72 C a p I tulo III ignominioso que ese periodicucho quede sin contestación; parece que no sabemos qué contestar o que tenemos miedo de hacerlo: Si yo fuera solo me callaría. Pero pertenezco a una Comunidad y no quiero exponerla a las iras de los Gobernantes de quienes el Malacate es portavoz. Si me autorizáis, en el próximo mayo, me dedicaré a refutarlo” . Todos los religiosos lo autorizaron para rebatir el Malacate y quisieron hablar por su boca. La concurrencia de gente a los sermones diarios del P. Esteban contra las doctrinas irreligiosas del Malacate era muy grande y no lo era menos el éxito de su apostólica palabra; el Gobierno y sus secuaces estaban furiosos contra los Capuchinos cuyo portavoz, con santa libertad, a imitación de San Juan Bautista y de Jesucristo, combatía el error y el vicio y defendía la verdad y la virtud, sin respetos humanos incompatibles, con el espíritu evangélico. Esta gloriosa y santa campaña contra el Malacate , portavoz a su vez de la impía revolución triunfante, fue la causa próxima e inmediata de la expulsión de los Capuchinos, en una forma y con un rigor que no se empleó contra los demás expulsados. Tanto esto es verdad que algunos de ellos, los mismos Dominicos expulsos [sicj que con nosotros desembarcaron en California, opinaban que sin la campaña contra el Malacate , la expulsión no habría tenido lugar. Mas en esto estaban equivocados, porque las primeras víctimas de la persecución religiosa habían sido el Sr. Arzobispo y el Sr. Obispo Dn. Mariano Ortiz, y la expulsión de los Capuchinos había sido intentada varias veces en el curso de 1871. Los católicos de California, y en particular los de San Francisco, mostraron vivos deseos de retenernos y nos estableciéramos en sus tierras; las mismas aspiraciones tenía el clero. El Sr. Arzobispo era un religioso dominico catalán exclaustrado en 1835 y nos visitó, por vez primera, en el Colegio de PP. Jesuítas, a las pocas horas de haber nosotros desembarcados y, pocos días después, nos visitó el Sr. Amat Obispo de Monterrey, catalán igualmente. Pocos días después nos visitaron los dos ilustrísimos Prelados juntos y, en esta visita, ya se trató de qué manera podrían arreglarse las cosas para que nos pudiéramos quedar en California.

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