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L o s C apuchinos en S an F rancisco de C a liforn ia : su dispersión 7 1 el sencillo y verídico relato de nuestra expulsión, corroborada en los últimos detalles por el testimonio de los viajeros y de la oficialidad del vapor que presenciaron nuestro embarque en Champerico y vieron a los jefes que nos acompañaron hasta a bordo, y pasaron lista por última vez, para asegurarse bien de que todos los capuchinos, arrojados del convento de la Antigua, estábamos embarcados. Este relato causó en la ciudad la más profunda impresión. Los moradores de San Francisco, sin distinción de razas, lenguas y creencias religiosas, nos miraron como víctimas del despotismo y de la tiranía. El Gobierno de Guatemala fue duramente atacado por toda la prensa de los Estados Unidos inspirada por la de California. El Gobierno guatemalteco quiso defenderse, pero lo hizo con tan mala suerte que vino a confirmar el relato de la expulsión y no adujo razón alguna que la justificara, con lo cual empeoró el estado de su causa: todos los cargos quedaron en pie. La persecución religiosa en Guatemala siguió de una manera desatentada [sic], fueron muchas las familias que tuvieron que emigrar y muchas las que fueron expulsadas; no pocas señoras, tanto solteras como casadas, se vieron metidas en unas jaulas y expuestas así en las plazas de la capital, por haber sido acusadas de que, en conversaciones privadas, reprobaban los atropellos que el Gobierno cometía contra la Religión. El comunicar con los Capuchinos expulsados era mirado como un crimen capital. Los Señores Ortizes, muy conocidos en toda la República, uno de ellos era Obispo y estaba expulsado, otro había sido Ministro con el Presidente Carrera, eran nuestros Síndicos y, por esta causa, era necesaria nuestra comunicación entre nosotros y ellos; no fue posible restablecerla sin arruinar a aquellos buenos señores; una hermana suya fue de las metidas en las jaulas. Esta saña especial contra los Capuchinos de parte de un Gobierno tan impío era una honra para nosotros: la causa de tanta inquina eran las misiones de nuestros Padres y las predicaciones contra el Malacate. Era éste un periódico diario que, según me parece, principió a publicarse en enero de 1872: entre los impíos era el más impío y desvergonzado. Al acercarse el mes de mayo, el P. Esteban de Adoáin dijo a los frailes: “Es

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