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E xpulsión de los C apuchinos de G u atem ala y del S alvador (1 8 7 2 ) 6 9 viviendas y unos cobertizos donde guardaban las mercancías que embarcaban y desembarcaban una vez al mes cuando pasaba el vapor de carrera. No había recursos con que atender a unas 600 personas que caímos inopinadamente sobre Champerico: el jefe de lo que se llamaba puerto era un catalán. Mientras íbamos de viaje no sabíamos a dónde nos llevarían, ni el Gobierno que nos expulsaba sabía qué hacerse de nosotros. Según versiones que llegaron a nuestros oídos, cuando pernoctamos en Totoricapán, el Gobierno de Guatemala tenía propósitos de conducirnos a Méjico. El día siguiente hubo vacilaciones en el Coronel que nos conducía presos y esto nos hizo sospechar que algo cierto había en los rumores que habían llegado a nuestros oídos. Pero parece que Méjico no quiso admitirnos; el Gobierno no quería embarcarnos para no tener que costearnos el viaje; no quería tampoco que quedara en la República ni un solo capuchino. Se dijo que en la capital había corrido la voz de que el Gobierno estaba resuelto a mandarnos fusilar. Lo que hubo lo ignoro; el hecho es que nos embarcaron; que antes de embarcarnos pasaron lista como hicieron cuando nos sacaron del convento y repetían todos los días; que no consintió el Coronel, alegando orden del Gobierno, quedara en tierra ni siquiera uno de los hijos del país; que, al entrar en las gabarras o lanchones, toda la tropa estaba formada en la playa y no se retiró hasta que estuvimos a bordo del vapor Sacramento que, procedente de Panamá, iba a San Francisco de California. Mientras estas cosas nos pasaban a nosotros, fueron expulsados los Jesuítas, los Recoletos, los Dominicos y algunos eclesiásticos seculares; a bordo del vapor Sacramento encontramos seis Dominicos que se habían embarcado en San José. En aquellos mismos días fueron expulsados también del Salvador los Capuchinos del convento de Santa Tecla; pero de esto hablaremos más adelante.

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