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60 C apítulo I Hicimos escala en S. Pedro de laMartinica. Los negros y negras que acarreaban el carbón me causaron una impresión triste y dolorosa; casi encueros, suciosypobresparecíanseresdegradados, yloeranenrealidad. Me parecequehicimos tambiénescalaenSta. Marta, perodepocashoras: llegamos alacaídade latardey salimos nomucho después deamanecido el día. Durante la travesía el tiempo fue magnífico, el P. Segismundo celebró algunas veces el santo sacrificio de lamisa a laque asistía casi toda la tribulación y el pasaje, y falleció y fue echado al mar unjoven peruano que volvía a sucasa. Desembarcamos por la mañana en Colón y, antes de media tarde, ya estábamos en Panamá y paramos en el hotel Spinwall. Pasamos unos días muy malos y, excepto tres o cuatro, todos los demás enfermaron con calenturas. Los calores eran muy grandes, el agua que sedecía potable, muy sucia y llenadegusarapos de todos colores, la comida escasa y sucia, pan, casi ninguno, el suelo era la cama, no había jergón para todos: el precio era muy elevado. Lo que más nos molestaba era la falta de agua en condiciones de potabilidad. A los dos o tres días, con PedroGuma, fui aver si seencontrabaaguabuena. Un día fuimos por uncamino y encontramos una fuente pública, pero tan escasa el agua, y tanta la gente que esperaba, que no pudimos lograrnuestros deseos. Otro día seguimos aunos aguadores, yunpoco más arriba del charco donde llenaban los barriles encontramos un pequeño manantial de agua fresca y limpia. Desde aquel díaprocuramos recoger todo el panque podíamosy, por lamañanitayhacia lapuestadel sol, íbamos acomerlo enaquel manantial queparanosotros no teníaprecio, porque satisfacíamos lanecesidadque más nos apremiaba. Panamá no presentaba entonces más que ruinas, en las calles había unos lodazales tremendos y los animales muertos no escaseaban. Lacatedral necesitabagrandes restauraciones, lomismo que las iglesias de S. Francisco y Sto. Domingo y otras. Lo ruinoso, sucioy pobre de los templos causabauna impresiónmuytristey, más todavía, la desnudez de la gente y su retraimiento del culto divino. Aún no había cumplido 17 años y, por lo mismo, no comprendía lo que veía ymenos

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