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5 8 C apítulo I sus dotes oratorias hicieron de él un gran misionero. Su santa y poderosa palabra, sostenida con el ejemplo, trasformaba los pueblos, y en las dos Repúblicas, en la de Guatemala y en la del Salvador, el nombre del P. Esteban era el nombre de unapóstol grande y santo; en el corazón de los hombres debuenavoluntad despertaba inextinguibles y poderosas simpatías, y en el de los hombres malos y obstinados en el mal despertaba odios implacables. Tenía que predicar en las plazas y enel campo porque sus auditorios se componían demuchos millares de personas. Eran muchas las que iban de muy lejos, y no pocos los que hacían tres o cuatro días de camino para oír su palabra, confesar y comulgar; los enemigos de laReligión no lo podían tragar, y hacían cuanto podían para estorbar sus misiones. Para dar incremento a la colonia capuchina enviaron a España a uno de sus Padres (ignoro sunombre) para reclutar religiosos profesos exclaustrados, yjóvenes que tuvieran vocación para iraultramar con el fin de hacerse capuchino. Creo que no lograron atraer a ningún exclaustrado, pero sí un cierto número de jóvenes (ignoro cuántos). Varios de ellos no perseveraron y, abandonado el hábito, se quedaron por aquellas tierras y arrastraron una vida pobre y miserable. Entre los que perseveraron de esta primera expedición, si lamemoria nome es infiel, están el P. Antonio de Igualada, el P. Serafín de Arenys de Munt y el P. José de Gerona (cuando yo lo conocí ya estaba algo demente) y los PP. Miguel y Gabriel de Prat de Llusanes. Hicieron una segunda expedición aEspaña. Varios de losjóvenes no perseveraron y entre ellos, un sobrino del famoso y sabio escritor Dn. JaimeBalines quien, salidodel convento, tuvo lasuertedehacerunbuen casamiento y conservar las buenas costumbres; los demás pararon en la miseria. De esta segunda expedición perseveraron los PP. Leonardo de Gerona, AgustíndeOlot, Tomás de laPiña, FernandodeBarcelona, Juan deCornudella, Pacífico deMontroig, Vicente deOlván, Ildefonso de (lo ignoro) muriómuyjoven, y dicen que era de muybuenas prendas. El P. Buenaventura de Villafranca, que no sé si pertenece a la primera o a la

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