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S obre el V oto de los H erm anos L egos 299 proporcionan a la Orden tantos o mayores elementos de subsistencia que el ministerio eclesiástico. ¿No es justo que el Cuerpo Clerical se interese por la gloria del Cuerpo Lego, que se respete, que lo ame com o carne de su carne y hueso de su hueso?. Los legos van continuamente por todas partes y son tanto o más vistos y tratados que los mismos Clérigos, y por los Legos igual que por los Clérigos juzgan de la Orden. N o hay, pues, motivo justo por el cual los Clérigos no estén obligados a tratar bien a los Legos, a instruirlos y educarlos con el mayor esmero en las cosas de la Religión y de la piedad, en la vida espiritual para que sean virtuosos y posean en las cosas santas los conocimientos que corresponden a su estado. Me consta que no todos los Clérigos pensaban de este modo, pero yo nunca he ocultado mi parecer sobre esta materia. El Rescripto de 29 de enero de 1886 se tuvo muy oculto hasta cerca el período electoral de 1887 ó 1888, no lo recuerdo bien, pero me parece que yo ya llevaba más de un año en la Provincia capuchina de Lión. Su publicación causó una gran sorpresa; a todos los Hermanos Legos una impresión muy penosa, a muchos Clérigos un verdadero disgusto, a otros cierta satisfacción, los demás permanecieron indiferentes. Los Superiores provinciales y locales, obedeciendo a órdenes de la Curia Generalicia, se esforzaron cuanto pudieron para ahogar toda protesta: el Papa, decían, lo ha dispuesto así y hay que someterse Era verdad: el Papa lo había dispuesto, pero el Papa engañado Todos los Hermanos L eg o s de todas las c in co o seis Provincias interesadas se unieron com o un solo hombre; uniéronseles los Clérigos adversarios del Rescripto, y a la cabeza de todos se c o lo c ó el Rdo P Fr. Hilario de París, religioso destituido de cond iciones de gobierno, pero austero, observante, de prodigiosa memoria, gran talento y vasta erudición, y por estas dotes muy con ocid o y celebrado en toda la Orden. Todos atribuyeron el Rescripto a las gestiones del Rmo P Bruno, Procurador General, y él cargó con la culpa de la gran marejada que causó en las Provincias interesadas, marejada peligrosa, y tanto más

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