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L o s M isioneros en C a ro lin a s y en A m é r ic a L a tin a 293 que tienen poca o ninguna importancia en el concepto del vulgo, pero que la tienen grandísima en la vida religiosa. Había también muchos hermanos legos que tenían muy escasas nociones del catecismo tal com o se enseña a los niños, y que tenían a menos, y hasta se negaban a asistir al sacerdote en el santo sacrificio de la Misa: con frecuencia era necesario rogarles y suplicarles por favor. Entre clérigos y legos abundaban los amigos de la ociosidad y vanos pasatiempos, de visitas en la portería y casas particulares. Com o la laboriosidad, la virtud y las letras no eran tenidas en cuenta para nombramientos de Superiores, ni aún para los de elevada jerarquía, y para estar en gracia de los Superiores, no eran muchos los que tenían interés en progresar en las letras y en la virtud. L o que valía era decir Amén a todo, fuese lo que fuese, y sobre tod o ser muy adicto a los Llevaneras: ésta era la señal de predestinación ante prcevisa merita Con este sistema no p o c o s frailes, casi inútiles por su poca virtud y escasas letras, han lograd o ser Superiores loca les y provinciales durante doce, quince y más años, toda la vida. Así se explica que en doce años, se hayan secularizado, que yo sepa, treinta y cinco religiosos, hayan apostatado de la Orden cuatro y de la Religión católica dos, sin contar los de Carolinas; ya es un buen contingente y es muy probable, casi cierto, que no tengo noticia ni de todas las secularizaciones, ni de todas las apostasías. La causa original de todos estos desórdenes, de las turbulencias y miserias que dejamos referidas es el P. Fr. Estanislao de Reus, su compañero e inseparable am igo desde 1873 hasta 1884, el P Fr. Joaquín de Llevaneras, su hermano carnal, el P Fr. José de Llevaneras que más atento a las inspiraciones de la carne y de la sangre ha hecho cuanto ha pod ido, y ha pod ido mucho, para sostener a su hermano en un cargo del que era indigno por tod o s con cep to s, disculpar sus gravísimos desaciertos y justificar su condu cta ; el P Procurador General, carne y uña de los Llevaneras, no por el bien de la Orden sino por otros fines particulares; el P. Ministro General Fr. Bernardo de Andermatt, supeditado al P. Procurador por haber trabajado éste su

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