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L o s M isioneros en C a ro lin a s y en A m é r ic a L a t in a 2 8 7 N o habiendo en la Península comunidades florecientes, no era posible sostener con d e co ro las M isiones ultramarinas. N o había personal suficiente y digno para gobernar las comunidades, dirigir los noviciados y enseñar a la juventud Esto ya era un mal gravísimo, pero se agravó muchísimo con el descabellado régimen de los hermanos Llevaneras cuyas violencias y desaciertos dejamos descritos. La falta de personal numeroso y bueno no podía evitarse porque en p ocos años no podía crearse. Sólo D ios obra instantáneamente cuando quiere, los hombres necesitamos del tiempo para tod o y los buenos frailes no se improvisan. El descabellado régimen podía y debía haberse evitado y no se evitó por culpa de la Curia Generalicia, tercamente encaprichada en sostener a los Llevaneras, sin que de este tan insensato empeño se vean más que de estas dos causas: od io ciego a la Bula Inter graviores confirmada por la Inter Ccetera, fecha 20 de mayo de 1806 ambas expedidas por el Papa Pío VII, ratificadas por la de León XII con fecha 9 de marzo la cual principia In supernce; por el Breve Quum sicut nobis de Pío V III datado a 18 de enero de 1830, y por el Sanctissimus Dominus noster firmado a 31 de octubre de 1831 por G regorio X V I; al tenor de cuyos docum en tos pon tificios fueron elegidos, sin menoscabo de la unidad de la Orden, los Rmos. PP. Fr. Mariano de Badajoz, Fr. Francisco de Solchaga y Fr. Juan de Valencia antes de la exclaustración y, después de ella, Fr. Fermín de Alcaraz que murió Obispo de Cuenca y Fr. Joaquín de Madrid, y desde la restauración en 1877, Fr. José de Llerena y Joaquín de Llevaneras con el carácter interino de Comisarios Apostólicos. Y la filargiria o desmesurado amor del dinero que los Llevaneras manejaron en asombrosa abundancia, y redimieron todos sus pecados ante la Curia Generalicia. Sin el apoyo de estas dos causas, ¿ cóm o era posible se sostuvieran los Llevaneras?. A excepción de los p o c o s que, a pesar de sus deméritos, medraban con las turbulencias no los quería nadie, pero eran impuestos por la Curia Generalicia. El 1892 Fr. José Calasanz de Llevaneras exploró los ánimos de los padres de la Provincia de Castilla de la que era Provincial su hermano
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