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P adre L orenzo de M o l l in a 277 y hasta hacía empréstitos: el P. Llevaneras pagaba todas las trampas y tapaba todo lo demás; así me lo refirió el Provincial, Fr. Fermín de Velilla, en Antequera en el verano de 1892. En Arenys de Mar, un fraile lego limosnero pasaba por una calle y lo llamó una prostituta; no hizo caso y al ver esto lamujer, le dijo: “No tenga reparo en entrar en mi casa, porque hay un fraile que viene todas las noches” Al llegar al convento refirió lo ocurrido al P. Guardián que era entonces el P. Tomás de laPiña. Se pusieron los frailes en guardia. Muy entrada la noche, los que estaban vigilando la tapia que circuía [sicj la huerta, vieron un bulto y oyeron un ruido como de alguien que saltaba; fueron al lugar que les pareció y no vieron a nadie, y de esto infirieron que el salto había sido de dentro hacia fuera. Dieron cuenta al P. Guardián, se pasó revista a los frailes, resultó que no estaba en el convento el P Manuel de Potes y, por lo tanto, que era él quien salía de noche y visitaba la casa de la mujer que invitó al fraile lego, y le citó el hecho para que no tuviera escrúpulos en aceptar la invitación. No podía esto ocultarse al P. Provincial que era entonces Fr. Joaquín de Llevaneras y, como se trataba de uno de sus fidelísimos confidentes, todo se redujo a cambiarle de convento, pero los honores de profesor de jóvenes coristas. ¿Esto es justicia?. Y los que así obran ¿tienen autoridad moral para hostilizar a última hora al P Bernabé de Astorga, diciendo de él, pero sin probarlo, sin citar un hecho, que sostenía relaciones ilícitas con mujeres?. ¿Para qué alargarnos en citar nuevos ejemplos de parcialidades evidentes e irritantes?. Recuérdese lo que tenemos expuesto y probado, y dígase quiénes son los culpables, nosotros o los Llevaneras y la Curia Generalicia. Los hechos son hechos y, por más que hagan nuestros adversarios para dar a la persecución color o apariencias de justicia, no lo conseguirán. Por más vueltas que den al asunto, siempre resultará probado que nos han hostilizado hasta forzarnos a salir del claustro en venganza de haber recurrido nosotros a la Santa Sede para remediar desórdenes denunciados primeramente a los mismos Superiores, y que ellos no han querido corregir, porque ellos mismos son autores, cómplices o encubridores. Y el forzarnos a salir del claustro por medio de continuas

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