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E l P adre B ernabé en C á d iz 259 a fondo el origen de rumores tan desfavorables para saber a qué atenerse y remediar el mal?. Esos rumores, fundados o infundados, siempre perjudican. Los hechos expuestos prueban evidentemente que esos infamantes rumores ni eran ignorados, ni eran creídos por los Superiores, ni tampoco lo fueron en todo el año 1892. Yo residía en Antequera y soy testigo de que ninguna cortapisa le dificultaba tratar libremente con las Terciarias Franciscanas por él fundadas. Vinieron los graves sucesos de diciembre de 1892 que motivaron las protestas y recursos aRoma, que también quedan explicados, contra los Superiores Mayores en primer término, verdaderos causantes de todas las discordias que nos perturbaron desde 1880, en que la Curia Generalicia principió a combatir el Comisariato de España en la persona del Rmo. P. José de Llerena, a quien no perdonó jamás quisiera que su autoridad fuera reconocida y acatada por los Capuchinos franceses refugiados en España, y establecidos en Orihuela, Manresa e Igualada ¿Por qué en 1893 dieron crédito (o aparentaron dárselo) a los rumores que mancillaban el buen nombre del P Bernabé?. ¿Por las acusaciones del P Eduardo de Pego de que también hemos hablado?. ¿Ignoraban ellos por qué motivo tuvo éste que ser retirado a escape de Sanlúcar de Barrameda?. ¿Ignoran ellos su apostasía de la Orden en Santa Marta, y de la Religión católica en Curasao?. Todo induce a creer que los rumores infamantes contra el P. Bernabé fueron recogidos en 1893 para vengarse de él e inutilizarlo en venganza de las protestas y recursos en que lo creían complicado. Digo del P. Bernabé lo que he dicho de mí mismo, esto es, que si él hubiera sido un constante cortesano de los hermanos Llevaneras, del Ministro General y del Procurador General, no le habría pasado nada, nada absolutamente, y habría sido un personaje en la Orden. De los siniestros rumores hicieron poco o ningún caso hasta que les convino servirse de ellos para matar moralmente al P. Bernabé de Astorga, como hicieroncon mis pretendidos errores para asesinarme. Por eso no es posible ver en dichos Superiores ni al Padre, ni al Pastor, ni al Juez, sino al tirano vengativo que mata con la odiosa espada de la calumnia.

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