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2 2 8 C a p ít u l o X I I I legislación y aplicación de las leyes; que la autoridad no debe confundirse con las personas que la ejercen; que la autoridad no se trasmite sólo por las leyes positivas de la nación sino también por el derecho natural de la misma. “Estas doctrinas eran entonces censuradas como falsas y heréticas por algunos; pero seenseñaban en los siglos pasados por los grandes doctores de teología y la Santa Sede lasha sancionado. ¿Quién, pues, seequivocaba, yo o mis adversarios?. Mis adversarios, porque tomaban por doctrina de la Iglesia lo que no era sino doctrina de su partido y, por lo visto, doctrina falsa. ¿Qué culpa tengo yo si mis adversarios seequivocaron?, ¿qué caso debe hacerse de sus censuras?. Defendí la verdad y combatí el error, no por vanidad sino porque estaba persuadido de que a los errores que yo combatía, errores que muchos profesaban de buena fe creyendo que eran verdades dogmáticas, debía atribuirse la confusión, las divisiones y las perturbaciones de los católicos de España, perturbaciones tan funestas para el Estado como para la Iglesia: hice, pues, una obra buena por el modo: ésta es mi creencia. Si entonces no fue comprendida, ahora debe serlo y se me debe hacer justicia. “Me dice S. Rma. que eso de calumnias y persecuciones no son más que ilusiones mías: vamos a los hechos. “Unos cuatro o cinco religiosos de Pamplona, disgustados de que yo defendiera las doctrinas que acabo de indicar y temerosos de que por ello llamara la atención del Gobierno, y andando el tiempo me propusiera a la Santa Sede para algún Obispado (lo sé por expresiones claras y terminantes que yo mismo he oído) doctrinas que ellos reputaban falsas y heréticas, principiaron a acusarme de hereje y no faltó quien me acusara de que no me confesaba, y advierto que aquél a quien se atribuye originariamente la acusación, estuvo en mi celda y me dijo: ‘Un religioso ha dicho que S. C. no se confiesa; pero yo he tomado la defensa de V. C .’; era el año 1880. Los acusadores hicieron alguna propaganda entre los religiosos; tres veces, por lo menos, estuvieron en la Curia Episcopal acusándome de herejía, y de no sé qué otras cosas. Viendo que no se les hacía caso, durante el otoño de

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