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2 2 6 C a p ít u l o X III se formarán si no hay disciplina regular, si las leyes no se guardan?. Las leyes que no se observan no regulan las costumbres, no tienen influencia alguna en la marcha de la Orden, y ésta, privada de la sabia y santa dirección de las leyes no puede menos de caminar a su ruina, a su muerte ignominiosa. Cuando se lee la Regla, las Constituciones y los Decretos Pontificios, ¿sabe S. Rma. lo qué sucede?. Unos seencogen de hombros, otros se ríen, otros dicen: Nada de esto se observa: otros: Cada vez que se lee esto, se lee nuestra condenación. Tal es el estado de los ánimos. No se haga ilusiones. Si las cosas continúan por el camino que llevan la disolución de los Capuchinos de España será grande y espantosa; y si no al tiempo. “Voy a ocuparme ahora de otro extremo contenido en la carta a que contesto. Se me acusa de quejarme sin razón de ser perseguido y calumniado; expongamos los hechos tales como han pasado, y severá si soy o no soy calumniado y perseguido. “Ante todo principio por dar las gracias a S. Rma. por su declaración franca y explícita a favor de mi ortodoxia. Afirma que no me tiene por hereje, ni por escritor de errores y disparates. Esta declaración, aunque tardía, se la agradezco con toda mi alma. Digo que es tardía porque hace ya muchos años que debiera haberla hecho y reiterado muchas veces, como estaba obligado ahacerlo porjusticia y por caridad. No ignoraba S Rma. quemuchos me tenían enmal concepto y que ésos eran precisamente losmás íntimos amigos de S. Rma. ¿Por qué no los desengañabaatiempo?, ¿acaso mis opiniones no son conocidas sino desde ayer?. Jamás las he ocultado en parte alguna porque siempre las he creído fundadas, buenas y lícitas. Sabiendo, pues, el error en que muchos estaban en orden a mi perfecta ortodoxia y constándole que su palabra podía sacarlos del error y dejarían de hostilizarme o mirarme con prevención y desconfianza, por justicia y por caridad, estaba obligado a desengañarlos. Esto no tiene réplica “En mis escritos heprocurado defender siempre ladoctrina de la Iglesia de la mejor manera que he podido y, en orden a las opiniones que la misma Iglesia deja libres, he escogido aquéllas que me han parecido mejor

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