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M is ú lt im a s s em a n a s e n S a n l ú c a r d e B a r r a m e d a e n 1 8 9 3 2 2 3 tener por lo menos 30 años cumplidos y, según el último Capítulo General, ha de ser sacerdote “Pues bien, Rmo. P., esas brechas abiertas a la disciplina regular forzosamente serán otras tantas fuentes de abusos y de desórdenes. No hay duda que un número considerable de religiosos son partidarios o miran con indiferencia estas cosas, y si yo he dicho que los Superiores Generales andan a la cabeza de ese partido, no es sino porque no cuidan de castigar como es debido a los culpables de los hechos indicados y facilitan demasiado las dispensas de todas las leyes. Que esto es enervar la disciplina religiosa, permitir que las cosas tomen una mala dirección y que se entre en el camino ancho y florido de la perdición, para mí es indudable. “Desear una reacción completamente favorable a las sabias y santas leyes de la Iglesia y de la Orden, impulsar y dirigir esta reacción, ami ver no constituye un pecado de rebelión y de conspiración. No hay en eso ninguna maquinación contra la autoridad, ni contra los Superiores que la representan, ni siquiera contra la legislación. Si eso esconspirar y perturbar la Orden, rebeldes fueron los religiosos que se opusieron a los planes de Fr. Elias y suspartidarios, rebeldes fueron los iniciadores de laObservancia y rebeldes fueron nuestros mayores cuando se reformaron. Para ver los progresos que ha hecho el mal no hay más que comparar tiempos con tiempos. Así los religiosos como los seculares reconocen que no hay actualmente aquel espíritu de retiro, de mortificación, de penitencia, de desprecio del mundo y demás virtudes religiosas que había en los primeros años de la restauración En efecto, el amor al dinero, la ambición, etc., etc. se han desarrollado extraordinariamente entre nosotros, y la causa principal de este desarrollo son las brechas abiertas a la disciplina regular con las dispensas. “Un acuerdo, una inteligencia de todos los religiosos amantes de la Orden para conjurar estos progresos restableciendo la autoridad y el prestigio de las leyes, no me parece una conjuración censurable, sino un esfuerzo que los Superiores deberían proteger y dirigir con mano prudente y fuerte.
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