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M is ú ltim a s s em a n a s e n S a n l ú c a r d e B a r r a m e d a e n 1 8 9 3 2 1 3 tentaciones no nos dan horror entonces no hay remedio, porque el más caritativo remedio lo juzgaremos veneno y nos irritaremos contra los mejores actos de caridad “Vuestra C. ha creído que querían impedirle la publicación de sus obras. No, caro P., no; lo que se ha querido es que V. C se sujete en todo a lo que juzguen los Prelados, que tienen gracia de estado para dirigirle en esto y en todo; lo que se ha querido es que V. C. aceptase con humildad las correcciones, y corrigiese (si el libro valía la pena de ser corregido y publicado) cuanto la censura creyese oportuno o, bien que dejando aquel escrito, escribiese otra cosa digna de la imprenta. Nuestro Rmo. P. General no es enemigo de escritor alguno, y él le ayudaría en lo posible cuando el escrito pudiese con fruto publicarse. Yo mismo hice decir a V. C con cuánto gusto (como Visitador y amigo) le ayudaría a publicar escritos suyos, si con amistoso abandono dejase corregir, sin enfadarse, sus escritos, como lo hacen, y los dejan corregir escritores de superiores talentos. Ya ve, pues, cuánto se engaña al creerse víctima de envidiosos, adversarios, etc. “Estas cuestiones científicas, y casi diré también tipográficas, nacieron en V. C. de considerarse demasiadamente capaz, grande erudito y con cierto derecho a ser maestro de otros en la prensa y en la cátedra. Esto no le hizo soportable cuanto le pareció freno, considerando persecución e injusticia la menor contradicción de sus Prelados en eso. Ese prurito de suficiencia científica le hizo ser menos prudente en sus máximas y menos atento a la aplicación en la vida religiosa de los verdaderos principios canónico-regulares, de modo que sin apercibirse casi de ellos, más de un discípulo suyo creyó que no eran tan malos, como lo son realmente ciertas resistencias pasivas a la autoridad, ni tan peligroso juzgar sus actos, ni tan reprobable no hacer caso de ciertas disposiciones de los Superiores Generales. Y a V. C. puede, sin duda, hacerse no poco responsable de que actuales discípulos suyos de Antequera se atreviesen a escribir antes del último Capítulo de Toledo que habían abierto los ojos y otras cosas semejantes; y hoy deploramos el mal espíritu de varios.

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