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M is ú ltim a s s e m a n a s e n S a n l ú c a r d e B a r r a m e d a e n 1 8 9 3 2 1 1 decisión impropias de su edad, condición, y de la sumisión y humildad cristianas. V. C. hablando, fácilmente y casi fatalmente, ha de exhibir sus conocimientos sociales, filosóficos, políticos, y hacer ostentación de su saber; esto entusiasma lajuventud y, cuando dura poco, le granjea a V. C. aplausos hasta de hombres serios; pero si dura mucho, si continúa demasiado hablando de todo y juzgando de todo, luego vienen personas sesudas y discretas que deploran que en medio de tanto bueno, haya esta suficiencia y tanta tendencia a ser oráculo. Sus mejores amigos que tenía en Roma cuando V. C. vino hace doce o más años, notaron con tristeza esta tendencia y se decían: ¿Cómo no conoce el pobre padre que no es éste el lugar de echar sentencias y de hablar como en una cátedra con personas que debiera reputar muy superiores a él en ciencia y experiencia?. Estas palabras en sustancia oí y, después cada día, vi cuánta verdad encerraban. “Esta suficiencia doctrinal y experimental ha puesto a V. C en mal camino de insumisión religiosa. No hablaré de sus escritos publicados en Pamplona sin ninguna de aquellas condiciones que las sabias leyes de la Orden prescriben, ni de los severos juicios que merecieron de altos personajes sus exhibiciones de tal género. V. C. en su idea de valor científico-social, desde entonces empezó a crear enemigos y perseguidores suyos a los que no se rendían a todas sus ideas y opiniones. Su prurito de sabio le llevó como amuchos llamados sabios del presente siglo a escoger entre las opiniones sociales y hermenéuticas, las más atrevidas, que sin ser generalmente errores, son no obstante peligrosas para el vulgo escolar y clerical; V. C. no supo comprender que es una vanidad deplorable la de los eruditos que buscan a discurrir de un modo nuevo, o que demasiado fácilmente hacen suyas las opiniones atrevidas, o que salen del común modo de hablar y sentir de los autores más reputados. Siguiendo ese prurito publicó su Pacificación Social con el nombre de la religión aunque secularizado y, por tanto, sin licencia de la Orden. Yo no he sido jamás duro para V. C. ni severo para sus opiniones, pero le aseguro con la sinceridad de hermano que le ama, que aquel libro necesita

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