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M is ú l t im a s s e m a n a s e n S a n l ú c a r de B a r r a m e d a e n 1 8 9 3 2 0 7 Mientras la carta arriba copiada iba aRoma y venía de allí la respuesta en Sanlúcar de Barrameda pasaba lo siguiente. El Guardián era un joven religioso que me parece no tenía aún treinta años: llamábase Eduardo de Pego. Desde el noviciado fue íntimo de Fr. Joaquín de Llevaneras y uno de sus confidentes más leales Recién profeso andaba vagando fuera de los conventos y de convento en convento según le parecía, con hábito y sin él. Más de un religioso lo vio vestido de seglar en la estación de Albacete. Acercándose el día de la profesión solemne la comunidad votó en contra: a lo más tuvo dos o tres votos; pero me parece que no tuvo ninguno. El que más se opuso a su profesión solemne fue Fr Diego de Benamejí: como lo habían visto de seglar creían los frailes que estaba fuera de la Orden. A pesar de todo profesó y el P Diego de Benamejí fue tan vivamente hostilizado que tuvo que secularizarse y, secularizado, lo vi en Córdoba en abril de 1893. Sin haber cursado ninguna facultad fue ordenado de presbítero y estuvo al servicio de los Llevaneras como uno de sus mejores agentes y confidentes. La vida que llevaba en Sanlúcar en 1893 era la siguiente: en el convento y en la ciudad paraba poco, siempre estaba de viaje y pasaba muchos días ya en Jerez, ya en Sevilla en casa de queridas suyas. En la segunda quincena de abril fueron a dar una misión en Gibraleón él, el P. Bernabé de Astorga y el P Francisco de Valencia, pero el P. Eduardo de Pego, esto es, el Guardián, los dejó al día siguiente y se fue a Sevilla a pasar unos días en casa de una querida. Los días que residía en Sanlúcar se levantaba casi siempre entre diez y once de la mañana, no asistía casi a ningún acto de comunidad. Inmediata a la tapia de la huerta del convento había una casa de campo propia de una familia de Sanlúcar y en ella pasaba los veranos. Había una joven de unos veinte años de la cual seenamoró nuestrojoven Guardián, Eduardo de Pego, y ella de él, de modo que el enamoramiento era recíproco. Dadas las nueve de la noche el Guardián subía a la azotea (de la biblioteca me parece) y la joven a la azotea de su casa y se hallaban como dos novios hasta que se cansaban. Por la mañana, entre diez y

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