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2 0 0 C a p ítu lo X I I I MIS ÚLTIMAS SEMANAS EN SANLÚCAR DE BARRAMEDA EN 1893 Los documentos remitidos a Roma dieron el resultado siguiente. El Predicador Apostólico supo algo de ellos y de su contenido por alguna de esas casualidades que suceden, de cuando en cuando, y claro es que enseguida lo comunicó a la Curia Generalicia. Pocos días después, la S. Congregación preguntó a quien correspondía sobre los hechos denunciados y sepresentaron a la S. Congregación el Procurador General y Fr. José Calasanz de Llevaneras. Fácil es adivinar lo qué contestarían Precisamente, ellos eran de los acusados, ¿qué habían de hacer sino defenderse?. Pero ¿cómo sedefendieron? Acusando de díscolos, rebeldes y perturbadores a los que recurrían a la S. Congregación; éstaes lahistoria de siempre. Todo gobernante sin conciencia apela a la calumnia y a la violencia para ahogar la protesta por justa que sea. Esto lo hacen los gobiernos civiles y los gobiernos eclesiásticos: los frailes que se han metido a reformadores de sus respectivas Órdenes han sido perseguidos por sus hermanos, encarcelados y castigados por sus Superiores; testigos, los autores de la Observancia y de los Capuchinos; Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Juan Bautista de la Concepción y otros. El limo. Sr. Segur, este sacerdote tan benemérito de la causa católica, fue suspenso durante mucho tiempo por Darboy, Arzobispo de París, quien se vengó de las denuncias que contra él había hecho en Roma el ilustre presbítero. La Curia Generalicia, en vez de reconocer sus yerros y enmendar su gobierno, prefirió ahogar lajusta protesta por todos medios, incluso el de la violencia. Si las denuncias eran falsas, fácil les era a los Superiores el probarlo y, una vez probado, castigar a los denunciantes. Pero este camino, que era el de la justicia, no llevaba al término que se proponían y, por eso, lo abandonaron por inútil. Comisionaron al
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