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M i r e sid e n c ia e n S a n l ú c a r d e B a r r a m e d a e n 1 8 9 3 1 9 5 que la aparte de la pura y simple observancia de la Regla. Además, en muchas cosas, casi en todas, los abusos de la potestad delegada son tan manifiestos que en conciencia no pueden aprobarse. ¿Quién creerájamás que la Santa Sede ha autorizado a los Superiores para quebrantar el voto de pobreza haciendo gastos inútiles y escandalosos; recibir, gastar, depositar y administrar dinero sin las precauciones establecidas por el derecho y otras cosas semejantes?. ¿Quién creerá jamás que la Santa Sede ha autorizado a los Superiores para no asistir al Coro, a la oración y meditación según lo prescrito por los estatutos de laOrden?. ¿Quién creerá jamás que la Santa Sede ha autorizado a los Superiores para elegir Guardianes, Socios de Maestros de novicios y profesores a jóvenes de veinte y cuatro años?. ¿Quién creerájamás que la Santa Sede haautorizado a los Superiores para expulsar de la Orden a los religiosos, aun de votos solemnes, o vejarlos para que se secularicen, o inducirlos a que espontáneamente pidan la secularización, sin tener para nada en cuenta las leyes de la justicia y las de la caridad?. ¿Quién creerá jamás estas y otras cosas parecidas?. Verdad esque no sedicen autorizados por la Santa Sede para todas estas cosas, sin embargo, hacen todas estas cosas como si no estuviesen sujetos a ley alguna. Pero es también verdad que se dicen autorizados para las más de las cosas ya indicadas. No pocos religiosos tienen por subrepticias las facultades que los Superiores se arrogan y, en todo caso, sostienen (y con razón) que el Superior delegado no tiene plena y absoluta potestad sobre la ley, que es su ministro y no su señor, su dispensador y no su destructor”. “De aquí la lucha entre los Superiores y los religiosos que siguen a los Superiores contra aquellos que no quieren seguirlos por este camino de perdición. En este estado de cosas es del todo imposible que florezca entre nosotros la observancia regular. Muchos sepervierten y, entre ellos, los hay que vuelven al siglo sin las virtudes que tenían cuando vistieron el hábito de la Orden; y otros continúan en la Orden más solícitos de sus comodidades que de su eterna salvación. Los Superiores no son amados ni por susparciales ni por susadversarios. Tienen, enverdad, aprobadores, aduladores, pero es porque pueden dar cargos y comodidades. No son

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