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M i r e sid e n c ia e n S a n l ú c a r d e B a r r a m e d a e n I 8 9 3 1 8 9 censuraban la condenable administración del Provincial y sus relajadas costumbres; vio religiosos jóvenes elevados a las primeras cátedras y dignidades de la Provincia sin otro mérito que el ser fautores [sic], ap robado res y cómplices del M in istro Provincial en su depravada administración y relajada vida” . “Todo esto lo vio el M inistro General a pesar de los esfuerzos hechos por el P José Calasanz de Llevaneras, hermano carnal del mismo M inistro Provincial, a quien el M in istro General había traído consigo como socio e intérprete. El P. José Calasanz de L levaneras p ro teg ió , cuan to pudo , a su hermano y partidario s, y decía a los religiosos: ‘No denunciéis al M in istro General las quejas que tenéis co n tra mi herm ano : decídm elo a mí y yo lo re fe riré al M in istro G ene ral’ A lgunos fueron engañados con estas palabras, y muchas cosas dignas de ser sabidas o las ignoró completamente, o no tuvo de ellas plena y ve rd ad e ra noticia. Sin embargo , como dicho queda, conoció bastante bien el estado de la disciplina regular entre noso tros” . “Queriendo el Ministro General remediar tanto desorden, obtenida previamente la autorización apostólica, dividió la Provincia de España en otras tres y declaró a la vez que todas tenían los derechos ordinarios de las demás Provincias de la Orden. Asimismo, con autoridad apostólica, previamente obtenida sólo por aquella vez, nombró los Provinciales, Definidores y o tro s Superiores. Hecha la Visita Canónica, redactó y p rom u lg ó m u ch a s O rd e n a c io n e s m a n d a n d o fu e r a n p o r to d o s religiosamente observadas. Estas O rdenaciones reprueban y condenan de plano el gob ierno y costum b res del Provincial y sus cómplices y justifican las quejas y doctrina de los relig iosos que censuraban dichas costum bres y gobierno. Así fue cómo el M inistro General, forzado po r la evidencia de la verdad , hizo ju stic ia a los relig iosos a quienes, poco antes, m iserablemente engañado, abo rrecía y, sin razón, llamaba d ísco los y rebeldes. A rreg ladas así las cosas brilló para los frailes fundada esperanza de goza r de mejores tiempos y alegres decían en su corazón: Se fue la noche y llegó el día; se fueron las obras de las tinieblas y vinieron las de la luz; honestam en te pod rem os vivir sin

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