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1 8 6 C a p ít u l o X I I D e fin ido r al P Bernabé de A sto rga’. Son llamados Definidores, no C on se jero s. Nadie ignora la diferencia que hay entre Definidores y Consejeros con arreglo a los Estatutos de nuestra Orden y a los Decretos de los Sumos Pontífices. Se demuestra también por las cartas del Ministro General y de su Definitorio. En ellas son siempre llamados Definidores y ni una sola vez Consiliarios. Los documentos firmados por los dichos padres, sin protesta alguna han sido siempre recibidos como suscritos por verdaderos Definidores. El sentir del Definitorio General se demuestra así mismo por el hecho siguiente. En cierto documento los mencionados Definidores se dieron el título de Reverendísimos De esto protestó enseguida el Definitorio General y escribió: ‘Los Definidores de que se trata, aisladamente, no tienen derecho a llamarse Reverendísimos, sino Muy Reverendos Si el Definitorio General protestó contra un título honorífico, ¿cuánto más habría protestado contra un nombre de dignidad, cargo y oficio, si no hubiese reconocido a los PP Camilo de Cirauqui y Bernabé de Astorga como verdaderos Definidores? Por consiguiente la falsedad de la doctrina del Comisario es indudable” . “Pero esta doctrina, por más falsa que sea e inventada por la necesidad de defender una mala causa y dejar al Comisario sin freno para que más libremente pudiera correr por el camino de la perdición, tuvo también sus defensores. De aquí se originó una gran división entre los Capuchinos de España: de una parte todos los que defendían los derechos de los Definidores, y de otra los que no los reconocían. No faltaron religiosos que rogasen al Ministro General viniese a España e hiciese la Visita Canónica para conocer nuestros males y arrancarlos de raíz. Contestó que no podía venir, mas no tomó providencia alguna para remediarlos. ¿Por qué?. Lo ignoramos” . “Entre tanto, viendo el Comisario que no podía sostenerse por más tiempo en el Comisariato, concibió la idea de prestarse a su supresión. El Procurador General animaba a los religiosos a pedirla a la Santa Sede Los frailes que trabajaban por la abolición del Comisariato, creyendo que su abolición traería la paz, eran tratados por el Comisario como díscolos y rebeldes. De aquí nació una confusión inexplicable, una cruel
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