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1 8 4 C a p ít u l o X I I más amplitud y por caminos más fidedignos de quién era el propuesto Fr. Joaquín de Llevaneras. Finalmente, en manera alguna puede dudarse que los Superiores mayores estaban especialmente obligados a elegir y proponer a la S. Congregación un religioso tal que por su prudencia, virtud y edad pudiese restablecer la paz entre los religiosos: grandes eran nuestras discordias, la autoridad de los Superiores, o más bien, los Superiores mismos eran vilipendiados y era absolutamente necesario que el nuevo Comisario Apostólico, por razón de sus buenas prendas, tuviera prestigio entre nosotros y pudiera conciliarse el respeto y la reverencia de todos los religiosos” . “Sea cual fuere la causa de esta elección, es cierto que de ella dimanaron grandes males: a las antiguas discordias sobrevinieron otras. Terminado el primer año de Comisariato durante el cual se hicieron algunas muy útiles y laudables, se multiplicaron poco a poco y dieron su fruto las malas semillas bajo cuyo yugo gemíamos. El Comisario Fr. Joaquín de Llevaneras, con pretexto de las ocupaciones de su cargo, se desentendió en abso lu to de la vida regular. Sin atenerse a ley alguna, depuso, trasladó y eligió Guardianes; fuera de la Visita canónica y sin respeto alguno a los e sta tu to s de la Orden, se entrometió en el gobierno de los conventos; admitió novicios a la profesión sin guardar las formalidades p rescritas po r los cánones; e hizo o tras muchas cosas prohibidas por la Regla, las Constituc iones y el Derecho Canón ico” . “En tre o tra s cosas no debemos om itir la excesiva familiaridad que ten ia con las re lig io sa s A do ra trice s, en cuyos conv en to s pasaba frecuen tes y largas tem po radas de día y de noche. En poder de ellas ten ía depositada g ran can tidad de dinero. Tenía también excesiva familiaridad con c ie rta mujer viuda, madre de una hija que aún no había cumplido 21 años, y de un hijo de la misma edad poco más o menos. E sta viuda era bastan te joven y pobre, vivía en Valladolid, calle de M enores, N° 4. Su hijo se llamaba Deogracias. Éste recibía los dineros, las cartas, las obediencias como Secretario del Comisario. Conocía los secre tos de la Orden, mandaba a los religiosos y, alguna vez, se atrevió a ejercer jurisdicción sobre los mismos, aun sacerdotes,

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