BCCCAP00000000000000000000152

1 6 8 C a p it u l o X I legos voz activa y pasiva en todos los Capítulos y para todos los cargos, incluso el Generalato y, cuantas veces se les ha querido quitar la voz activa, otras tantas se ha reconocido que el quitársela era anticanónico y, por eso, los hermanos legos no han perdido su derecho, sino allí donde se lo han dejado quitar. El momento en que se promulgó ese Decreto expoliador y depresivo para los hermanos legos no podía ser más inoportuno. Los frailes estaban todav ía bajo los Decretos de Julio Ferry y, continuamente, estaban amenazados de una completa expulsión. ¿Era prudente, era juicioso herir sin piedad el corazón de los hermanos legos, parte coesencial de la Orden franciscana; sembrar discordias tan a manos llenas entre los frailes y sublevar, por decirlo así, a los legos contra los clérigos? De ninguna manera. Instintivamente todos los religiosos lo atribuyeron al famoso P. Bruno, Procurador General, y no se equivocaron; así era. Se prohibió term inan tem en te defender el derecho de los hermanos legos; el hablar con tra el expo liado r D ecreto se consideraba como un crimen de lesa majestad, con tra la seguridad del Estado, ni más ni menos que si el remedio de los males de la Orden consistiera en excluir a los herm anos legos de to d o s los Cap ítu los. Sin embargo hubo religiosos de cierta importancia que calificaron el Decreto expoliador de ob rep ticio y sub rep ticio , como así era en verdad, y resolvieron combatirlo ante la S. Congregación. Pero para poder obrar con más libertad y no incurrir en las iras de la Curia Generalicia, consultaron con el P Bruno , P ro cu rado r General, y le pidieron perm iso para gestionar la revocación del Decreto. El P Bruno, con el fin de desviar de sí las sospechas que de él se tenían, los animó a entablar el recurso contra el Decreto y, en su vista, el famoso P Hilario de París, uno de los protegidos hasta entonces por el P. Bruno, y otros religiosos emprendieron la defensa de los hermanos legos. Les dejaron hacer, pero cuando llegaron a cierto punto, resolvió la Curia Generalicia detenerlos y castigarlos. A este fin procesaron al P. Hilario de París y a otros dos o tres que iban a la cabeza, señalaron el convento de Chamberí (si mal no recuerdo) para lugar del juicio y para presidirlo fue

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz